¿A dónde fue mi ensueño peregrino?
A la yerba que cubre tu morada
A reposar convidas, cual la noche
Abrázame, mi bien, se nos ha muerto
«¡Adelante, que es vuestra la victoria!»
Águila blanca que bebiendo lumbre
Águila el Hombre, Tú, León y Toro
Ahora que ya por fin gané la cumbre
Al amor de la lumbre cuya llama
Al cielo soberano del Espíritu
Al no poder ser Cristo maldijiste
Al ocaso del día en que moriste
Al pie del roble aquél de la colina
AL RECIBIR BABEL Y EL CASTELLANO DE ARTURO CAPDEVILA
Al sol y de los vientos al socaire
Al trasponer tus peñas, vieja Orduña
Almas de Dios que bajo el recio hostigo
Alto soto de torres que al ponerse
Alza al correr tan grande polvareda
Álzame al Padre en tus brazos, Madre de Gracia
Amor de Ti nos quema, blanco cuerpo
Ánfora blanca del licor divino
Aprieta más y tápeme tu abrazo
Aquí, donde hoy está plazuela, antaño
Aquí, en la austeridad de la montaña
Aquí la boca que te abrió la lanza
Aquí os entrego, a contratiempo acaso
Asomándose al cielo de la selva
Aunque ellos me maldigan qué me importa
Bajo las blancas alas de tus brazos
Blanco Cristo que diste por nosotros
Blanco estás como el cielo en el naciente
Blanco león de los desiertos, mecen
Blanco lino tu cuerpo, frágil tela
Busca de tu alma la raíz divina
Busco guerra en la paz, paz en la guerra
Cállate, corazón, son tus pesares
Campanas que al pasado que no pasa
¡Casto amor de la vida solitaria
CATALUÑA. LA CATEDRAL DE BARCELONA
Caudillo de la patria sin linderos
Cayó éste más al borde de la senda
Como a la tierra con el corvo arado
Como en el buey en ti ya no es el cuerno
Como en el cielo de la noche el trecho
Como la rosa del zarzal bravío
Como un arroyo al sol tu cuerpo brilla
Cómoda acusación la de ateísmo
Con alas tenebrosas las tinieblas
Con aquellos sus ojos que probaron
Con esos brazos a la cruz clavados
Con imperiosa sencillez colgando
Con manos desmandadas te chafaron
Con velo de mantillas te mostraste
«Conócete a ti mismo»; el pensamiento
Cordero blanco del Señor, que quitas
Corral de muertos, entre pobres tapias
COSAS DE NIÑOS. EL COCO CABALLERO
Cual la paloma de plateadas plumas
Cuando después de haberles aumentado
Cuando el alma recuerda la esperanza
Cuando, Señor, nos besas con tu beso
Cuando todas las cosas soyugadas
Cubre mi frente ya la espesa bruma
Cúbreme con tus alas, ángel mío
Dama de ensueño es más terrible dama
Danos, Señor, acucia tormentosa
De brazo a brazo se abre sin engaño
De fruta henchido el árbol de la vida
De noche la redonda luna dícenos
De Ti, Luna, al claror, aqueste valle
Debajo de ese velo de misterio
Dejadme solo, que no quiero bandas
Déjame que en tu seno me zambulla
Del agua surge la verdura densa
Del atlántico mar en las orillas
Del ciprés a la sombra, en un recodo
Departían así en el refectorio
Desafiando a la orgullosa Roma
Desde Gredos, espalda de Castilla
Desde mi cielo a despedirme llegas
Días de ayer que en procesión de olvido
Días de dejadez en los que no se acaba
Dice el galán, enfermo de muerte, a su dama
¿Dices que no me entiendes?...
Dime quién te ha hecho pupa, hijo mío...
Dios te conserve fría la cabeza
Dios te guarde, bufón de la tragedia
Dobla tu frente, triste saduceo
Don Juan de las ideas que cortejas
Dormitando su vida el cocodrilo
Dulce, sereno, reposado y triste
El ángel negro el corazón me toca
El dedo acusador de tu derecha
El leño de tu cruz está podado
El mar, trémulo espejo de los ojos
El negro lirio del jardín monástico
El sol de otoño ciernes de mi alcoba
El temor del Señor, de las tinieblas
El toque del reló de media noche
ELEGÍA EN LA MUERTE DE UN PERRO
En el fondo, las risas de mis hijos
En este mar de encinas castellano
En inquietud ahógame el sosiego
EN LA BASÍLICA DEL SEÑOR SANTIAGO DE BILBAO
EN LA CATEDRAL VIEJA DE SALAMANCA
En la del Campo secular Medina
En los tiempos de paz y en los de guerra
En los troncos topando de cabeza
EN MI CUADRAGÉSIMO SEXTO CUMPLEAÑOS
¿En qué piensas Tú, muerto, Cristo mío?
EN UN CEMENTERIO DE LUGAR CASTELLANO
En una celda solo, como en arca
Enamorada de su cuerpo tu alma
Entré llevando lacerado el pecho
Era al ponerse el sol en la llanura
Eres la blanca puerta del empíreo
Eres sueño de un dios; cuando despierte
Eres tú de los muertos primogénito
Eres Tú la Verdad que con su muerte
Eres un zorro que escapó de trampas
Es a la sombra del silencio santo
Es la hora de Dios, sobre la frente
Es, mi ciudad dorada, tu regazo
¿Es que acaso conoces tú la angustia
Es tu cuerpo el remanso en que se estancan
Es una antorcha al aire esta palmera
Ese tu rostro, espejo de la Gloria
Esperando a tu Padre se velaron
Esperanza inmortal, genio que aguardas
¿Estás muerto, Maestro, o bien tranquilo
Este buitre voraz de ceño torvo
Fue al cruzar una tarde un lugarejo
Fue flor que al árbol arrancó el granizo
Fue tu vida pasión en el desierto
Fuego viniste a echar sobre la tierra
Fundiéronse en el aire las palabras
¡Gracias a Dios que al fin se fue la noche!
Haga Dios que del mundo en las mudanzas
Hay la ley del milagro que regula
Hay rocas que conservan, alegatos
He llegado harto pronto o harto tarde
He sorbido tus lágrimas, princesa
Herido por nosotros como ciervo
Hermosos ojos que no veis, topacios
Hombre sin patria es bípedo implume
Hostia blanca del trigo de los surcos
Iba a besarla cuando, grave, el padre
INCIDENTES AFECTIVOS. A SUS OJOS
Junto a esa charca muerta de la corte
JUNTO A LA LAGUNA DEL CRISTO EN LA ALDEHUELA DE YELTES, UNA NOCHE DE LUNA LLENA
La envidia de morder nunca se sacia
La escala de Jacob, cuando dormido
La inmoble encina al cielo inmoble alza redonda
La quietud sujetó con recia mano
La sangre de mi espíritu es mi lengua
La tierra roja, el cielo añil, culmina
LA TORRE DE MONTERREY A LA LUZ DE LA LUNA
La viga maestra del dolor macizo
Las brisas que hoy sobre las mieses ruedan
LAS MAGNOLIAS DE LA PLAZA NUEVA DE BILBAO
Leer, leer, leer, vivir la vida
Levanta de la fe el blanco estandarte
«¡Libertad! ¡Libertad!» sonó en los cielos
Lirio del valle del dolor, regado
Llave del ser, fue en un principio el verbo
Llegué empapado en agua de tormenta
«¡Lo escrito, escrito está!», dijo Pilatos
LOS SONETOS DE BILBAO. I. OFERTORIO
Luce en la majestad de tu tormento
Luna desnuda en la estrellada noche
Macizas ruedas en pesado carro
Mantiene con su Dios largos monólogos
«Me desconozco» dices, mas mira, ten por cierto
Me duelen las alas, rendidas del vuelo
Me faltan fuerzas para andar, apoya
Me muero de un mal cursi, Bécquer mío
—¿Me quieres? —¡Sí! —No digas sí... —¡Te quiero!
Media noche. La luna a la calleja
MEDITACIONES. EL BUITRE DE PROMETEO
«¡Mi espíritu en tus manos encomiendo!
«Mi paz os dejo» dijo aquél que dijo
¡Mi Plaza Nueva, fría y uniforme
Mientras tienes los brazos levantados
Mira que van los días volanderos
MUERE EN EL MAR EL AVE QUE VOLÓ DEL BUQUE
¿Música? ¡No! No así en el mar de bálsamo
Negro está el cielo, negro tormentoso
No aún al mundo la segunda aurora
NO BUSQUES LUZ, MI CORAZÓN, SINO AGUA...
No de Apenino en la riente falda
No ella a Ti, sino tienes a la muerte
No encorvadas, erguidas tus rodillas
No enfermedad, sino salud tu tránsito
No eres tuya, no eres tuya; no recuerdas
No la verdad, si la verdad nos mata
No me mires así a los ojos, hijo mío
No me preguntes más, es mi secreto
No me resignaré, no, que mi lote
«No me verá dentro de poco el mundo
No se puede pensar, que es correr riesgo
«¡No serviré!», gritó no bien naciera
«¡No todo moriré!» Así nos dice
No ya la fe, la voluntad levanta
Noche blanca en que el agua cristalina
Nube eres de blancura al par de aquella
Nudo preso al azar de los caminos
¡Nuestro lindo cortijo era muy bajo!
Nuestros ojos volviéronse imantados
Nuestros sendos ángeles de la guarda
¿O es que una nube negra de los cielos
Oh alma sin hogar, alma andariega
¡Oh, cristiano Mercurio!, de ti impetro
Oh Miramar, hacia tus blancas torres
Oh pardas nubes, almas de los montes
¡Oh, Señor, tú que sufres del mundo
¡Oh sol de invierno que por el ramaje
Oír llover no más, sentirme vivo
Ojos de anochecer los de tu cara
¿Os gusta? ¿Sí? Pues seguirá la ronda
Oye mi ruego Tú, Dios que no existes
Para hipócrita no hay como la hormiga
Pasaron como pasan por la cumbre
Pasasteis como pasan por el roble
Peñas de Neila, os recogió la vista
Piensa como respira, con cadencia
Piensa el sentimiento, siente el pensamiento
¡Pobre alma triste que caminas sola
¡Pobre Satán!, botado del escaño
Pon tu mano, la que me diste, sobre mi hombro
Por si no hay otra vida después de ésta
Pordiosero en besana de rastrojo
Pues lo único que el hombre cumple en serio
¡Que no hay más Dios que Dios, y su profeta
Querría, Dios, querer lo que no quiero
Quisiera no saber lo que dijese
Recio Jesús ibero, el de Teresa
RECUERDO DE LA GRANJA DE MORERUELA I
Recuerdo un cuento que de niño
REFLEXIONES AL TENER QUE DEJAR UN LUGAR DE RETIRO
REFLEXIONES, AMONESTACIONES Y VOTOS
Reposa, corazón, que harto lidiaste
Resignación, humana omnipotencia
Revelación del alma que es el cuerpo
¿Sabéis cuál es el más fiero tormento?
Sacude la tristeza y tu ánimo recobra
Se alzan solemnes sobre el monte Mario
Se van los años cada vez más breves
Sed de Dios tiene mi alma, de Dios vivo
Sede robusta, fuerte Salmantina
¡Seguidme! ¿Qué? ¿no veis la ruta acaso?
Señor, no me desprecies y conmigo
Señor, Señor, ¿por qué consientes
Si a la serpiente de metal erguida
Si ahora muriese yo, pobre hijo mío
Si aspiras, como dices, a ser fuerte
Si Dios escatimándonos la lluvia
«Si me buscas es porque me encontraste
Siglos de siglos la maldita roca
Sobre el pecho, colgada de tu cuello
Sobre tu pecho la cabeza dobles
Sobre tus hombros cae como cascada
Sólo la cruz respaldo, el tronco errante
Sólo las patrias son la gran escuela
Soñó la vida en la llanura inmensa
Sucesor de Pilato, entregas Cristo
Sus ojos, sus ojos de cielo cerraba
¿Te acuerdas? Fue en mañana del otoño
Te arrancaron. Esfinge de granito
Te metiste, alma mía, en las corrientes
Te recitaba Bécquer... Golondrinas
Te vi claro nacer entre las peñas
Te vuelves ya de un lado, ya del otro
Terribles noches de insomnio en las que se cuenta
Tiéndele tu mirada, blanda mano
Tierra y mar abrazados bajo el cielo
Torre de Monterrey, cuadrada torre
Tras este velo de tu carne anúnciase
Tú, blanco toro de lunada frente
Tu cruz es el enjullo a que se arrolla
Tu cuerpo como espada al sol relumbra
Tu cuerpo de hombre con blancura de hostia
Tu frente es el hastial de la basílica
Tú me levantas, tierra de Castilla
Tu Padre, con sus manos tenebrosas
Tu pecho, de esplendor dórico-jónico
Tú que callas, ¡oh Cristo!, para oírnos
Tu vientre en que cocieron los manjares
Tus clavos son las llaves que nos abren
Tus hombros cual alcores soleados
Tus manos, las que abrieron a los ciegos
Tus ojos son los de tu madre, claros
Una vez más, Bilbao, sobre tu seno
Válanos el Señor y nos socorra
¡Valle de selección en que el silencio
Ves al ocaso en limpio mar de plata
Vidas de otoño son, crepusculares
Viento que del abismo de la altura
VIZCAYA. LAS MONTAÑAS DE MI TIERRA
Vuelve a erumpir aquel volcán de cieno
Vuelve hacia atrás la vista, caminante
Vuelvo a acostarme en ti, mi amiga cama
Vuelvo a ti, mi niñez, como volvía
Y entre esos ojos que se pliegan brilla
Y tus pies de pastor, que en el aprisco
¡Ya estás en paz, la de la muerte, amigo!