X
MEJILLAS
Con manos desmandadas te chafaron Juan XVIII, 22.
de las mejillas el rubor supremo,
marchitándotelas, y de las lágrimas
la sal las escaldó, y como calina
enlutaron ojeras a tus ojos
dolidos de mirar. Pero te angustiaba
recibir bofetones de la cruda
cría de las entrañas de la tierra,
sin labra de cultura, en que la sangre
del sol no ha madurado: cimarrones
desalmados que ignoran lo que se hacen, Lucas XXIII, 34.
y en la loca embriaguez del torpe juego
revolcándose en fango entierran flores,
huyendo de la luz; cepa bravía
sin tu injerto, cultivo de la gracia;
vil chusma de sayones a salario.
Fueron las rosas de tu faz juguete
del brutal regodeo de esos faunos
del lobreguez engendro. Se reían
del Hombre escarneciéndole sañudos
con befas. Triste risa que esparciera
los arreboles del bochorno en medio
del engarce del par de tus dos labios
con el par de tus ojos; ¡triste risa
la bestia sobre el hombre al relinchar!
Miguel de Unamuno