LXXIII
SATÁN
¡Pobre Satán!, botado del escaño
del trono del Señor de las mercedes,
tú que ablandar con lágrimas no puedes
el temple diamantino de tu daño.
Que no puedes llorar, Satán huraño,
preso del miedo único en las redes,
del miedo a la verdad, a que no cedes,
¡pobre Satán, padre del desengaño!
A vivir condenado sin remedio
contigo mismo sin descanso lidias
y buscando olvidarte y para el tedio
matar es que la vida con insidias
nos rodeas, teniéndola en asedio
mientras el ser mortales nos envidias.
Salamanca, 14-X-1910.
Miguel de Unamuno