CIII
SOL DE INVIERNO
¡Oh sol de invierno que por el ramaje
desnudo de verdores el tesoro
nos ciernes, pío, de la sangre de oro
con que tras de las siestas el celaje
enciendes engañándonos; ropaje
eres común con que se abriga el coro
de los pobres, y cumples el aforo
de la vida al que rinde vasallaje
a la triste vejez! ¡Oh sol clemente
que das al hielo brillo diamantino,
sé mi consuelo tú cuando mi frente
doble a la tierra, mi último destino,
y envuelve en el rojor de tu poniente
de mi postrera noche el buen camino!
Salamanca, 23-XI-1910.
Miguel de Unamuno