XXVII
SOPORTE - NATURALEZA
El leño de tu cruz está podado
de su fronda; bajo él no se columbra
tierra, cuyo verdor ha ido a fundirse
con la blancura de tu cuerpo. Plena
Naturaleza culminó en tu pecho:
que al humanarte, humanizaste al mundo
vuelto conciencia en tu dolor. Camino
para llegar a Ti, que eres el Hombre,
Naturaleza es sólo; Tú, a la Tierra,
nuestra negra nodriza, con tus manos,
selladas con tu sangre, la levantas
como hostia al cielo y a la luz la pones
del Sol eterno que en blancura anega
su verdor y en idea la convierte.
Tú sobrenaturalizaste, el Hombre,
lo que era natural, humanizandolo.
Selvas, montañas, mares y desiertos,
confluyen a tu pecho, y en Ti abarcas
rocas y plantas, bestias, peces y aves.
Es como un arca de Noé tu cuerpo
donde se salvan del diluvio lóbrego
cuantos hijos parió la Madre Tierra
para darlos al hombre en mayorazgo.
La santa Tierra, que de carne viva,
Verbo de Dios, desnudo, te vistiera,
fue por la sangre de esa misma carne
sacramentada; no hay en ella mota
de polvo que por Dios no haya pasado.
¡Dios el misterio de la vida humana
trazó con las estrellas en el manto
de ébano de la noche, y descifraste
su secreto con gotas de su sangre
sobre la Tierra, en testamento fiel!
Miguel de Unamuno