LA SACERDOTISA
—«Y ahora... ¿qué quieres?»
—«¡Dame otro bizcocho, mamita!»
—«Te comiste ya muchos, mi hija...»
—«No, si no es para mi...» —«Pues entonces...»
—«Te diré; la muñeca, la chica,
el suyo me pide... y no es justo...
ya ves... la pobrita...»
—«De modo que quieres...»
—«Para mí no, para ella, mamita».
—«Pues bueno, ven, toma;
es en premio de la picardía».
Y un beso de ruido
al bizcocho añadió de propina.
Y se fue vencedora y cogiendo
su muñeca la niña
y arrimando a su boca pintada
el bizcocho: «Cómelo, querida;
¿no lo quieres? ¿no te gusta, prenda?
pues entonces... mira,
ya que tú no lo quieres,
se lo come mamita!»
La muy tuna zampóse el bizcocho;
y ello es claro como el mediodía,
el Ídolo come por boca,
¡claro está! de la sacerdotisa.
Miguel de Unamuno