XXXIII
Fue tu vida pasión en el desierto
mar de la pena, bajo la tormenta
del viento que las olas acrecienta
soñando siempre en el lejano puerto.
Nunca viste a piedad el cielo abierto,
luchaste sin la luz que al bravo alienta
contra la suerte, fría y avarienta,
y empiezas a vivir después de muerto.
Llegan ahora a cantar sobre tu tumba
los que por fin dejaron de temerte;
el eco de la gloria no retumba
sino al arrimo de tu oído inerte;
menester es que el héroe sucumba
para cobrar justicia de la muerte.
Salamanca, 25-IX-1910.
Miguel de Unamuno