TRADUCCIONES
SOBRE EL MONTE MARIO
De Carducci
Se alzan solemnes sobre el monte Mario
en el claro aire quieto los cipreses,
cual corre mudo por los grises campos
miran al Tíber;
miran abajo, en el silencio, a Roma
cómo se extiende, y cual pastor gigante
que vela a un gran rebaño, ven enfrente
surgir San Pedro.
De la colina aquí en la cumbre, amigos,
mezclad el vino, donde el sol se quiebre,
y sonreíd, oh hermosas, que mañana
nos moriremos.
Lálage, intacto al oloroso bosque
deja el laurel que eternidad se arroga,
o de tu negra cabellera adorno,
le ceda el brillo.
A mí entre el verso que preñado vuela
venga la alegre copa y de la rosa
la suave flor fugaz que al duro invierno
consuela y muere.
Moriremos mañana cual murieron
los que quisimos; pronto de las mentes,
de los afectos tenues sombras leves,
nos borraremos.
Moriremos, y siempre fatigosa
en torno al sol se volverá la tierra,
vidas, cual chispas, rociando a miles,
a cada instante,
de amores nuevos agitadas vidas,
y que se agiten para nuevas luchas,
y que del porvenir a nuevos númenes
canten los himnos.
Y ¡oh no nacidos!, a que irá la antorcha
que de la mano se nos va, vosotros,
también os perderéis en lo infinito,
radiosas tropas.
¡Adiós, tú, madre de mi breve espíritu
tierra, y del alma fugitiva! ¡cuánto
en torno al sol has de llevar perenne
dolor y gloria!
hasta que bajo el ecuador rendida,
a las llamadas del calor que huye
la ajada prole una mujer tan solo,
tenga, y un hombre,
que erguidos entre trozos de montañas
en muertos bosques, lívidos, con ojos
vítreos te vean sobre inmenso hielo
¡oh sol, ponerte!
Miguel de Unamuno