IX
Pasaron como pasan por la cumbre
regazadas las nubes del estío
sin dejar en los riscos el rocío
de sus pechos; pasaron, y la lumbre
del sol, desenvainada, pesadumbre
para su frente fue; lejos, el río
por la fronda velado, a mi desvío
cantando reclamaba a la costumbre.
De la montaña al pie verdeaba el valle
del sosiego en eterna primavera,
rompía entre sus árboles la calle
pedregosa que sube a la cantera,
y era el del río el susurrar del dalle
de la muerte segando en la ribera.
Bilbao, IX-1910.
Miguel de Unamuno