IV
FUEGO
Fuego viniste a echar sobre la tierra, Lucas XII, 49.
fuego Tú mismo, blanca luz que llueve.
Lenguas de fuego sobre tus apóstoles Hechos II, 3.
bajaron—Tú en la Gloria—, y eran lenguas
de la Palabra, hecha Hombre en el cimborrio
de los cielos; del cuerpo luminoso
que de pez se mantiene, hijo del agua Lucas XXIV, 43.
de mudo pez de los abismos frío,
que bajo las galernas pone el nido.
Fuego eres Tú, que al cielo sube siempre
buscando al Sol, su Padre, hogar eterno;
fuego que enciende nuestra sangre y quema
del pecado la pulpa, la del fruto
del árbol de la ciencia, que es tu sangre,
Serafín del Dolor, en la cruz fuego;
que eres el Serafín, el ascua viva Isaías VI, 2-4.
de amor, del árbol de la cruz la rosa.
Dos alas negras tu cabeza envuelven;
un par de alas tus pies que se cernieron
del Tabor en la cumbre y del Calvario,
y vuelves a tu Padre con tus brazos,
alas de fuego, hendiendo las tinieblas.
¡Y de tu cruz los quicios se estremecen,
de tu volada al místico rumor!
Miguel de Unamuno