ASTURIAS Y LEÓN
XC
Génesis, XXXII, 24-30 1
Señor, no me desprecies y conmigo
lucha; que sienta al quebrantar tu mano
la mía, que me tratas como a hermano,
Padre, pues beligerancia consigo
de tu parte; esa lucha es la testigo
del origen divino de lo humano.
Luchando así comprendo que el arcano
de tu poder es de mi fe el abrigo.
Dime, Señor, tu nombre, pues la brega
toda esta noche de la vida dura
y del albor la hora luego llega;
me has desarmado ya de mi armadura,
y el alma, así vencida, no sosiega
hasta que salga de esta senda oscura.
Oviedo, 6-XI-1910.
Miguel de Unamuno
1 Los versillos 24 al 30 del capítulo XXXII del Génesis dicen: «Y quedose Jacob solo y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba. Y como vio que no podía con él tocó en el sitio del encaje del muslo, y descoyuntose el muslo de Jacob mientras con él luchaba. Y dijo: Déjame, que raya el alba. Y él dijo: no te dejaré, si no me bendices. Y él le dijo: ¿cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob. Y él dijo: No se dirá más tu nombre Jacob si no Israel, porqué has peleado con Dios y con los hombres y has vencido. Entonces Jacob le preguntó y dijo: Declárame ahora tu nombre. Y él respondió: ¿Por qué preguntas por mi nombre? Y bendíjole allí. Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar Peniel, porque vi a Dios cara a cara y fue librada mi alma». (Nota del Autor)