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CUANDO YO SEA VIEJO

Cuando yo sea viejo,
—desde ahora os lo digo—
no sentiré mis cantos, estos cantos,
ni serán a mi oído
más que voces de un muerto
aun siendo de los muertos el más mío.
Pero entonces pondré, de esto no dudo,
más esforzado ahínco
en quedarme con ellos, y su llave
para uso reservármela exclusivo.

Y acaso pensaré —¡todo es posible!—
en publicar un libro
en que punto por punto se os declare
cual es su verdadero contenido.
Cuando yo sea viejo
renegaré del alma que ahora vivo
al querer conservarla como propia
y no comprenderé ni aun a mis hijos.

Y a vosotros entonces
—me refiero a vosotros, no nacidos
en mayoría acaso,
los que busquéis a esta mi voz sentido—
me volveré diciendo: «No, no es eso,
el cantor nunca quiso
semejantes simplezas dar al canto,
fue muy otro su tiro;
no le entendéis, él era
de un espíritu al vuestro muy distinto!».

Y vosotros muy dentro del respeto
—que no me le neguéis es lo que os pido—
debéis firmes decirme:

«Todo eso está muy bien, buen viejecito,
pero es que estos sus cantos,
cantos a pecho herido,
son de su edad de voz y esa es la nuestra,
son de otro que en su cuerpo fue vecino,
y hoy más nuestros que suyos!»

Y entonces yo, hecho un basilisco,
con senil impaciencia revolviéndome
os habré de decir: «¿Habrase visto
petulancia mayor, sandez más grande,
pretender estos niños
comprender de unos cantos
mejor que no el cantor cual el sentido?
¿Mejor que no él sabrán los badulaques
qué es lo que decir quiso?»
Mas no os inmutéis, sino decidme:
«¿Quién es él?, en buen juicio,
¿quién es él?, ¿dónde está?, ¿cómo se llama?»

Y os diré yo mirándoos de hito en hito:
«¿Es que de mí se burlan los mocosos?
¿Pretenderán acaso estos chiquillos
pobres de juicio y hartos de osadía
negarme lo que es mío?»

«¿Suyo? —diréis—, no!, del que fue un tiempo
y hoy le es extraño ya, casi enemigo;
al dejárnoslo aquí, en estos cantos,
de él se desprendió, y aquí está vivo...»

Y yo protestaré, cual si lo viera,
pero estará bien dicho.
El alma que aquí dejo
un día para mí se irá al abismo;
no sentiré mis cantos;
recogeréis vosotros su sentido.
Descubriréis en ellos
lo que yo por mi parte ni adivino,
ni aun ahora que me brotan;
veréis lo que no he visto
en mis propias visiones;
donde yo he puesto blanco veréis negro,
donde rojo pinté, será amarillo.

Y si ello así no fuera,
si estos mis cantos —¡pobres cantos míos!—
jamás han de decir a mis hermanos
si no esto que me dicen a mí mismo,
entonces con justicia
irán a dar rodando en el olvido.

Por ahora, mis jóvenes,
aquí os lo dejo escrito,
y si un día os negare
argüid contra mí conmigo mismo,
pues os declaro
—y creo saber bien lo que me digo—
que cuando llegue a viejo,
de este que ahora me soy y me respiro,
sabrán, cierto, los jóvenes de entonces
más que yo si a este yo me sobrevivo.

autógrafo

Miguel de Unamuno


El autógrafo de este poema contiene un lema poético que no pasó al texto impreso. Es el siguiente:

The poet looks beyond the book he has made
Or else he had not made.

(Elizabeth Barrett Browning, "Aurora Leigh", VIH, 279-280).


«Poesías» (1907)

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