LXXXV
EL CORAZÓN DEL MUNDO
Reposa, corazón, que harto lidiaste
y reposando espérale al reposo
postrero que no acaba; que te baste
lo ya vencido en este tormentoso
combatir, y curado del desgaste
en el descanso púrgate del poso
de aquella mala sangre que cobraste
en las arenas del ardiente coso.
Limpio has de ir a Dios, hoy pobre esclavo
de la lucha, y pues ésta es la que mancha
límpiate de la paz en el profundo
recogimiento; gozarás al cabo
el increado aire que te ensancha
hasta fundirte al Corazón del Mundo.
Salamanca, 26-X-1910.
Miguel de Unamuno