XXII
LEÓN
Blanco león de los desiertos, mecen
vientos de fuego tu melena negra,
te envuelve el sol, tu padre, y tu mirada
nos ve en la arena. Y con amor furioso
persigues a quien amas, y si te huye
le acosas con ahínco y acorralas
sin dejarle vivir; de sed se muere,
y tiembla detenerse en los arroyos
ante tus fieros ojos en acecho
de víctimas. Temblando a lo que anhela,
cree sentir tras las rocas resoplidos
de tu resuello, y cuando, al fin, rindiéndose,
de ojos cerrados, tu zarpazo espera,
parado el corazón, de hielo el rostro,
siente tu sangre que la sed le apaga,
siente el abrazo de la dulce muerte
que le lleva a la vida a que escapaba,
y que es comerte ser por ti comido,
¡Rey del desierto, León de Judá!
Miguel de Unamuno