VI
ECCE HOMO
Tu cuerpo de hombre con blancura de hostia
para los hombres es el evangelio.
Dieron sus cuerpos los helenos dioses
de la rosada niebla del Olimpo
para la vista en pasto de hermosura,
regocijo de vida que se escurre;
mas sólo Tú, la carne que padece,
la carne de dolor que se desangra,
a las entrañas nos la diste en pábulo,
pan de inmortalidad a los mortales.
¡Tú eres el Hombre-Dios, Hijo del hombre!
La humanidad en doloroso parto
de última muerte que salvo a la vida
Te dio a luz como Luz de nuestra noche,
que es todo un hombre del Dios de nuestra noche
y hombría es su humanidad divina.
Tú eres el Hombre, la Razón, la Norma,
tu cruz es nuestra vara, la medida
del dolor que sublima, y es la escuadra
de nuestra derechura: ella endereza
cuando caído al corazón del hombre.
Tú has humanado al universo, Cristo.
«¡He aquí el Hombre!» por quien Dios es algo.
«¡No tengo Hombre!», decimos en los trances Juan V, 7. Juan XI, 25 y XIV, 6.
de vida mortal; mas Tú contestas:
¡Tal es el Hombre, Rey de las naciones
de desterrados, de la Iglesia Santa,
del pueblo sin hogar que va cruzando
el desierto mortal tras de la enseña
y cifra de lo eterno, que es la cruz!...
Miguel de Unamuno