III
y el Señor para el cuerpo...
I Corintios, VI, 13
Revelación del alma que es el cuerpo,
la fuente del dolor y de la vida,
inmortalizador cuerpo del Hombre,
carne que se hace idea ante los ojos,
cuerpo de Dios, el evangelio eterno:
milagro es éste del pincel mostrándonos
al Hombre que murió por redimirnos
de la muerte fatídica del hombre;
la humanidad eternal ante los ojos
nos presenta. ¡Ojos también de carne,
de sangre y de dolor son, y de vida!
Éste es el Dios a que se ve; es el Hombre;
éste es el Dios a cuyo cuerpo prenden
nuestros ojos, las manos del espíritu.
No hay más remedio que creer tu sino,
meollo de la Historia, que la ciencia
del amor ilumina; nuestras mentes
se han hecho, como en fragua, en tus entrañas,
y el universe por tus ojos vemos.
Sacude el suelo en que me asiento y llena Hechos IV,31
con tu divino soplo mis honduras,
para que con franqueza y sin rebozo
diga tus dichas con mi voz más alta.
Mi lengua abrasa, y como llama ardiente
cante con sones de alas de los ángeles
la lección que en tu carne, libro vivo,
se nos enseña. Déjame este rollo Ezequiel III
comer con hambre, y luego de mi boca
la miel destile de la dulce mangla
de tu costado. ¡Broten del recóndito Juan VII, 38
de mis entrañas, ríos de agua viva,
estos mis versos, y que corran tanto
cuanto viva, y sea para siempre!
Ni oro ni plata míos, lo que tengo Hechos III, 6
Dios me lo dio y aquí os lo doy, hermanos,
que el jugo todo de mi esfuerzo pongo
para vuestro común caudal sin pizca Hechos V, 1-6
reservarme, que no se engaña a Dios.
Miguel de Unamuno