XV
OSAMENTA
Dios, mi roca.
Salmo CXLIV, 1; XVIII, 2.
Tras este velo de tu carne anúnciase
la osamenta, la roca de tu cuerpo, Génesis II, 23.
que es roca de la roca de tu Madre. 1 Corintios XV,14.
Y si no floreció, muerto, tu roca,
es vana nuestra fe, esta imagen vana, Salmo XVII, 3; Deuteronomio XXXII, 4.
es infinita vanidad el mundo;
como sombras que posan nuestros días,
y el hombre no es ni sueño de una sombra. Pindaro, Pitia VIII, 136.
¿Vendrás, Señor, en carne y hueso al cabo
de los días mortales, y al conjuro
de tu voz, como ejército, a la Tierra Cantares V, 4; Isaías XXVI, 19.
la matriz retemblándole, los huesos
de los que duermen en su fuerte polvo
despertarán cantando? Y el rocío
de tu sangre a esos huesos levantados
¿los hará florecer en viva carne
donde vuelva el recuerdo? Que el recuerdo,
Señor, es el espíritu; y dormirse
sobre la almohada del recuerdo es vida
que vale lo que cuesta. Es la memoria
flor de la eternidad; es sobre el hueso
de tomo y peso idea-carne, y Tú eres
la memoria de Dios, el libro abierto
de los vivientes; Tú, de Dios la carne
sobre los huesos de la tierra has puesto;
¡nuestra roca y aliento has sido Tú!
Miguel de Unamuno