XVI
BRAZOS
Bajo las blancas alas de tus brazos,
abiertos como están los de una madre
que guarda al niño en sus primeros pasos, Lucas XIII, 31.
cual la gallina ampara a sus polluelos,
nos recoges. Cual la dulce muerte
alas que a vida llevan tus dos brazos,
ábrense; se abren cual las velas cándidas
de tu divino corazón que boga
por sobre el mar sin fondo y sin orillas
de allende esta visión. Son las dos alas
lumínicas de Dios tus blancos brazos, Génesis 1, 2.
los remos del Espíritu que flota
sobre el haz de las aguas tenebrosas
del dolor de vivir. A un lado y otro
tiendes tus brazos, Sembrador que siembras
tu sangre en nuestros corazones; brotan
en ellos lirios de blancura. ¡Luego
con esa mano misma con que siembras
has de lanzar desde la blanca nube
donde te asientas la segura tierra Apocalipsis XIV, 14.
para segar tus mieses ya en sazón!
Miguel de Unamuno