LVII
PIEDAD CASTIZA
¡Que no hay más Dios que Dios, y su profeta
Iñigo es, el vasco morabito,
el que el Corán de Cristo en monolito
erigiera. Que al alma más inquieta
si se somete a su piadosa dieta,
se le arranca de manos del Precito;
hay que buscar la libertá en el rito,
los Ejercicios dicen la receta.
No se injerta la palma en el abeto
ni caben mescolanzas, africana
nuestra piedad será, y frente al reto
de la insufrible petulancia ariana,
de pitas y de chumbos con un seto
guarde su senda nuestra caravana.
Salamanca, 4-X-1910.
Miguel de Unamuno