XXIII
VIENTRE
Tu vientre en que cocieron los manjares Lucas VII, 34; V, 2.
de tu cena postrera, pues comías
y bebías como hombre, entre los tuyos;
tu vientre de marfil y con zafiros, Cantares IV, 14.
un escudo es blocado que protege
de tu hombría las raíces animales,
y de que sacas jugo al cuerpo. Santo
tu boca vuelve a cuanto masca y traga,
sangre al vino y al pan le vuelve carne.
En medio de él la ley de Dios estaba, Salmo XXXIX, 9.
de para su servicio conservarnos.
En tu vientre, cual bloca de un escudo
de tu blanco en la diana, está la sombra
—mancha de sol—por donde fue tu cuerpo
con el materno uncido; recibiste
por ella el jugo de la tierra madre,
la sangre del rescate del pecado.
Sello es de tu davídico linaje,
pregón de humanidad, muga que marca
donde el reino de Dios toca el del hombre
y se colindan. Es tu ombligo el centro
y es del eje del universo el boje.
Los nueve oscuros meses que en el vientre
de tu Madre viviste de tinieblas
recibías la sangre del rescate,
la sangre humana que pagó la culpa,
del seno de mujer, de carne de Eva.
Esa mancha nos cuenta que naciste
como al dolor nacemos los mortales,
Tú también, pobre germen encerrado
dentro oscura prisión de humano seno,
y que del sueño prenatal gustaste
la inconciencia, portada de la vida,
probando la material tenebrosa,
que es el espanto del que ser ansía.
¡Del calvario en la cima un agujero
picó la cruz al ser plantada en tierra,
ombligo por donde entra a nuestra madre
tupida de dolor, sangre de Dios!
Miguel de Unamuno