XXII
LA LLAGA DEL COSTADO
Poema del Cid, Versos 352 a 356.
Aquí la boca que te abrió la lanza Juan XIX, 34.
para que hablase tu pasión con sangre,
candada la otra. Ciego era Longinos
que nunca nada vio: diote en el pecho,
donde saltó su sangre y resbalando
por el astil abajo, hubo de untarse
con ella ambas sus manos, levantolas,
se las llevó a la cara, abrió los ojos,
miró a en su torno, en Ti creyó, y es salvo.
Veta de fuego ese rubí que al ámbar Ezequiel I, 27.
de tu pecho encandece; de la hoguera
que acendró tu pasión, respiradero;
surtidor donde el alma que en el páramo
va perdida, su sed de Dios apaga; Salmo XLI, 3.
del Dios viviente y del Amor gotera
que horada hasta el más duro corazón.
Miguel de Unamuno