VII
ANSIA DE AMOR
Danos, Señor, acucia tormentosa
de quererte; un anhelo entre combates
del Enemigo, que jamás se rinde
de cercarnos. Suele confiado el hombre
dormirse en el amor, pero en el ansia
del amor no cabe sueño. Que a tu bulto
no logremos tocar ni en puro anhelo; Juan XX, 17; Lucas XXIV, 39.
que como en este del pincel prodigio
—relieve inmaterial y milagroso—,
de nuestro abrazo corporal te esquives
aquí en el mundo ruin. Nuestro cariño
quede en agraz en el viñedo mustio
de aqueste pedregral que al cielo abierto
del Sol desnudo de la gloria eterna
madurará sin fin. Sé pan que el hambre
nos azuce; sé vino que enardezca
la sed de nuestra boca. Mientras dure
nuestra vida en la tierra, sea el ansia
de amarte nuestra vida: que se duerme
sobre el amor logrado, y es el sueño
no vida, sino muerte. No se cumple
la Humanidad en este triste valle
de sueño y amargor. De nuestras almas,
pobres orugas, sacan mariposas
que de tus ojos a la lumbre ardiendo
renazcan incesantes. Hoy bregamos
por más alto bregar.
Canta la Esposa,
la Iglesia, tu pasión, y su esperanza
con cantos amamanta, y a tu imagen
envuelve nimbo de armonía dulce.
¡Conchas marinas de los siglos muertos,
repercutan los claustros las salmodias,
que, olas murientes en la eterna playa,
desde el des-cielo de la tierra alzaron
almas del mundo trémulas, pidiéndote
por el amor de Dios descanso en paz!
Miguel de Unamuno