XXV
PUERTA
Lucas, XI, 10.
Eres la blanca puerta del empíreo, Juan X, 9.
siempre abierta al que llama, y donde se abre Hebreos I, 3.
de las tinieblas—divinas entrañas—
el resplandor. De par en par sus hojas
—a la diestra justicia y a la izquierda
misericordia—ábrensenos propicias,
sobre los goznes del rosario al leño
de la cruz—rodrigón—envencijado.
¡El umbral de tu cruz de Adán la tumba,
y en su dintel se apoya cejijunto
Luzbel, a las tinieblas acechando!
¡Pobre Luzbel, estrella de la tarde,
en sombra de tinieblas convertido,
caído desde el cielo como un rayo!
¡Dale, Señor, tu mano, y se derrita
su sombra en las tinieblas de tu Padre,
y vuelva a ser lucero matutino!
¡Desgarrón de los cielos, abertura
Tú eres de Dios, y quien por Ti le mira
muere de verle, al fin, de amor se muere,
y muriendo de amor vida recobra,
vida que nunca muere. Y es el puente,
cimentado con lágrimas y sangre,
tu cruz que a Ti, que eres la blanca puerta
de la mansion de Dios, nos encamina
por sobre el foso de este bajo mundo
¡ceñidor del Castillo celestial!
Miguel de Unamuno