XXXVI
SERPIENTE
Si a la serpiente de metal erguida, Números XXI, 6-9; Deuteronomio, VIII, 15.
camino del desierto en la bandera,
los que mordidos por ardientes sierpes
y escorpiones mirándola sanaban;
curas, serpiente blanca, a quien te mire
con ojos de pasión, que el duelo humano
recogistes entero. La serpiente
primitiva, el dragón que resistiendo
servir a Dios, rastrero se enroscara
al árbol de la ciencia, a nuestros padres
tentó, trayendo perdición al mundo.
Y Tú, blanco Dragón de nuestra cura,
del Árbol de la Muerte suspendido,
todo el veneno del dolor recoges.
Que es terrible tu amor, Dragón de fuego,
de quien las aguas de la vida manan.
¡Con su destral la muerte leñadora
nuestro árbol de la ciencia descuajando,
talló tu cruz, como quien talla un potro,
y en ella fue a morir estrangulada
entre tus brazos, rígidos de amor!
Miguel de Unamuno