LA ELEGÍA ETERNA
¡Oh tiempo, tiempo,
duro tirano!
¡Oh terrible misterio!
El pasado no vuelve,
nunca ya torna
¡antigua historia!
Antigua, sí, pero la misma siempre,
¡aterradora!
siempre presente...
La conciencia deshecha,
de la serie del tiempo
¿qué es lo que queda?
¿qué de la luz si se rompió el espejo?
Feroz Saturno
¡oh Tiempo, Tiempo!
¡Señor del mundo,
de tus hijos verdugo,
de nuestra esclavitud lazo supremo!
* * *
Una vez más la queja,
una vez más el sempiterno canto
que nunca acaba,
de cómo todo se hunde y nada queda,
que el tiempo pasa
¡irreparable!
¡Irreparable! ¡irreparable! ¿lo oyes?
¡Irreparable!
¡Irreparable, sí, nunca lo olvides!
¿Vida? La vida es un morir continuo,
es como el río
en que unas mismas aguas
jamás se asientan
y es siempre el mismo.
En el cristal de las fluyentes linfas
se retratan los álamos del margen
que en ellas tiemblan
y ni un momento a la temblona imagen
la misma agua sustenta 1.
* * *
¿Qué es el pasado? ¡Nada!
Nada es tampoco el porvenir que sueñas
y el instante que pasa,
transición misteriosa del vacío
¡al vacío otra vez!
Es torrente que corre
de la nada a la nada.
Toda dulce esperanza
no bien la tocas
cual por magia o encanto
en recuerdo se torna,
recuerdo que se aleja
y al fin se pierde,
se pierde para siempre.
¡Oh Tiempo, Tiempo!
Repite, mi alma, sí, vuelve y repite
la cantinela
de letanía triste
la inacabable endecha,
la elegía de siempre,
de cómo el tiempo corre
y no remonta curso la corriente.
* * *
El ¡ay! con que se queja el que padece
de antigua pena,
es siempre el mismo,
el lamento de siempre;
repetirlo es consuelo,
en rosario incesante, como lluvia,
una vez y otra y ciento...
¡Oh Tiempo, Tiempo,
duro tirano!
¡oh terrible misterio!
¡potro inflexible del humano espíritu!
¡Qué pobres las palabras...!
La sed de eternidad para decirnos
el lenguaje no basta,
es muy mezquino...
Terrible sed,
sed que marchita para siempre al alma
que el océano contempla
¡inmenso océano!
que nuestra sed no apaga,
sólo la vista llena,
¡océano inmenso de ondas amargas!
* * *
¿Imágenes? Estorban del lamento
la desnudez profunda,
ahogan en floreos
la solitaria nota honda y robusta...
Pero imágenes, sí, acordes varios
que el motivo melódico atenúen...
* * *
Es la elegía que el silencio entona,
el silencio, lenguaje de lo eterno,
mientras esclava vive
la eternidad del tiempo...
¿Hiciste añicos el reló? ¡No basta!
¡Acuéstate a dormir... es lo seguro,
hundido para siempre
en el sueño profundo
habrás vencido al tiempo
tu implacable enemigo!
* * *
¡Ayer, hoy y mañana!
Cadena del dolor
con eslabones de ansia...
* * *
¡Con las manos crispadas te agarras
a la crin del caballo,
no quieres soltarla
y él corre y más corre,
corre desbocado
cuanto tú más le aprietas
con más loco paso!
* * *
No así me mascullees en tu boca
¡feroz Saturno!
¡acaba, acaba presto, de tus horas
implacable enemigo!
cesa el moler continuo
¡acaba ya!
Quiero dormir del tiempo
quiero por fin rendido
derretirme en lo eterno
donde son el ayer, hoy y mañana
un solo modo
desligado del tiempo que pasa;
donde el recuerdo dulce
se junta a la esperanza
y con ella se funde;
donde en lago sereno se eternizan
de los ríos que pasan
las nunca quietas linfas;
donde el alma descansa
sumida al fin en baño de consuelo
donde Saturno muere;
donde es vencido el tiempo.
[1899-1900]
Miguel de Unamuno
1 Estos cinco versos los anticipó el autor en su novela Amor y pedagogía, 1902, poniéndolos en labios de su héroe, Apolodoro, y atribuyéndolos al poeta y mentor de éste Hildebrando F. Menaguti. (N. del E.)