A la Discordia bélica y al rudo Ares... Anciano
A la luz de la tarde moribunda
A los Fuertes admiro, que en las frentes besados
A Temiscira en llamas que tembló con gemidos
Abstraído, en silencio, la frente pensativa
Adiós, pues. ¿Nada olvidas? Está bien. Puedes irte
Adusto, así, vendría del Opón por la trocha;
Al caer de la tarde, tres niñas
Al cerrarle los ojos, piadoso el musgo ha sido
Al estruendo del mar, sobre un peñasco
Al festín va la turba nupcial amontonada
Al pasar por un pueblo, de viaje
Al río bajan en tropel las greyes
Al sentir los ramales de su fusta ferrada
Al través de breñales de floresta no hollada
Al través de las brumas y la nieve
Allá, lejos, cesaron del muezín los clamores
¡Allá van!... ¡Allá van!... Apenas ciento
¡Alta selva, morada de la sombra!
Altas encinas de ondulante copa
Amante abandonado por una infiel amada
Ambos, en la terraza, miraban bajo urente
Annia regilla yace bajo esta blanca losa
Ante él, y por millares, los pájaros doquiera
Antes, atravesando bosques y torrenteras
Apagado el incendio quedó el templo en ruinas
Aprisa ¡oh tú que vives! mueve tu paso lento
Aunque de hinojos no doblé la frente
Aunque me ves desnudo, con hambre, y señalada
Áureos buriles en pulido mármol
Bajo un azul de triunfo que un sol ardiente dora
Bajo un cámbulo en flor, en la llanura
Bajo un Cristo de mármol, que sombrea una palma
Bajo zarzas tupidas, del Citerón al lado
Ben Adhem (que su tribu florezca eternamente!)
Bien sus cortinas sean de sarga o de brocado
Blancas flores, sol que agobia
Blancas y azules, la ligera ronda
Brilla el cielo. Deslízase la barca en arenales
Calavera, burlón y algo alocado
Casi cubierta por espigas rubias
Celoso estoy, celoso. Para el campo te has ido
Cercas de piedra cortan la llanura
Cierro el libro, y los ojos cierro también. El día
¡Ciudad que fuiste reina del mar! Vagan ligeros
Como ella era cristiana; como la nívea frente
Como gran flor que el peso de su corola inclina
Como halcones que vuelan desde el nido natal
Como Thymos siguiéndolo, Delfos lo vio anhelante
Como un enorme tajo corta el monte la zanja
Con distraída mano pulsa la dulce «biva»
Con el viento en la popa, bajo azul cristalino
Con los brazos cruzados, con sus cofias de lino
Contra el Cielo pecó la raza impía
Cual mirada de amor, al valle manda
Cuando caigan las hojas y vayas
Cuando el amor volvió, todo era rosa
Cuando libre vivía con los hermanos míos
Cuando se eleven ídolos de arcilla
Cuando se hunde en las manos la cabeza
Cuando traspasa el águila cumbres de eterno hielo
Cuando tú duermas sola y olvidada
Cuando volví a encontrarla después de tantos días
«Cuando vuelvas», llorando me dijiste
De «El Pienta» al «Suárez» y hasta la alta sierra
De helada niebla bajo espeso manto
De láminas un libro yo hojeaba
De los bosques los acres olores difundidos
De mi tierra en los ásperos breñales
De pintor ignorado, tal vez santafereño
¡De qué poco depende la suerte de un partido!...
De un día infausto, el alba regó blancos fulgores
De un gran «Te Deum» era el fausto día
De verdes sauces entre doble hilera
De viaje, cuántas veces de un tren en la fatiga
¿Decís que la rima ya ha muerto, y que es ruido
Del bosque en las frondas la brisa callaba
Del castigo acercábase el instante
Del llanto al beso, en dulce desvarío
Del sol muere el postrer lampo
Desde el Opón avanza la tribu cual torrente
Después de que hubo al bosque el Domador entrado
Después de tres combates iba en derrota. El día
Dice «Calixto Papa» la bella empuñadura
Distinta tú serías a todas las mujeres
Don Juan, al peso de la edad vencido
Don Juan Rodríguez Fresle... sabréis quién fue Don Juan
Dondequiera la veo, y aun junto al ara pía
Doña Inés de Palacios, Marquesa de Sofraga
Doraban tenues rayos fugitivos
Dos carreteros en sus lentos carros
Ebrios de sangre y crímenes, en turba jadeante
El agua del viejo canal, en la yerma
El arado, el rastrillo y la luciente
El bruno ibero, el galo de actitud retadora
El cabrito más blanco y el más bello
El choque fue sangriento bajo la luz del día
«El Chorro del Fiscal» en la sombría
El joven trovador partió a la guerra
El marfil con tal arte ha sido cincelado
El oro, viejo artista, que cincelaste un día
En otoño, en el agua dormida de los lagos
El palacio es de mármol, y en pie en la escalinata
EL VIRREY SOLÍS Y LA AUDIENCIA
EL VIRREY SOLÍS Y MORENO DE ESCANDÓN
En alto risco de la oscura falda
En Brujas, otro tiempo, fui pintor aclamado
En Cluny, Siglo XV. Bajo álamos de plata
¿En dónde estás, ensueño peregrino
En el Arco que va desde el Convento
En el ártico mar, bajo la grave
En el brocal del pozo te vi un día
En el campo de trigo, entre amapolas
En el Palacio Virreinal, un día
En el parque. En un banco. Luz de plata
En el principio el Caos envolvía los mundos
En el puente del barco que la aleja
En fin, esto no es justo. Soy siempre muy sensible
En la buhardilla, a donde luz incierta
En «la cuaderna vía» del maestro Berceo
En la hornacina del Monasterio
En la noche callada, muchas veces
En la tranquila casa donde la tía vive
En la tranquila y recatada estancia
En la vieja Colonia, en el oscuro
En lágrimas el rostro, la mirada sombría
En las noches de insomnio, cuando el viento
En los naranjos susurrando el viento
En medio de los hombres, amada, dulce y bella
En reposo encantado, bajo una amplia enramarla
En vuelo silencioso, el gran Corcel alado
Encanto de animadas travesías...
Entre diez mil soldados era un soldado oscuro
Entre la sombra el resplandor del alba
Entre los temblorosos cocoteros
Era el día ritual. Vibró en la orilla
Era su nombre Betsy y era de Ohio
Eres lo que se sueña y no se alcanza
Eres lo que se sueña y no se alcanza
Es día de mercado. Gentío vocinglero
Es un agreste valle, cerca del mar Euxino
Escúchame, viajero. Si por querer del Hado
Esta reliquia exhala perfume de elegía
Esta vidriera ha visto, de damas y barones
Esto habrá de ser largo. Todo un mes. ¡Qué cansada
Estrellas de la noche de verano
Explícame por qué dices «Mis rosas»
Francisco encaminábase a Perusa
Frente al mar, y en la puerta de su pobre morada
Fresco el aire. La tarde brilla en cielos rosados
¡Fue el combate espantoso, fue sangriento!
Fue en los días sombríos en que la patria, muerta
Galopando en sus blancos caballos, la luciente
Golondrina que tornas a estas playas
Ha cubierto la nieve campo, valle y alcores
¡Haz grabar en tu arco de austera arquitectura
He aquí lo que hizo Pedro siendo un niño. La historia
He bebido tu carta con febril impaciencia
—Herrero, ¿qué fabricas con fuerte y ruda mano?
¡Imposible olvidarte, de la infancia querida
Inútiles palabras para la rima. Nunca
Jesús, en aquel tiempo, en tarde hermosa
Junio. Mil ochocientos diez y nueve
Junto al cementerio, el puente
La abuelita guardaba, con olor de vainilla
La calle sola, plácido el ambiente...
La celeste cuadriga baja hacia el occidente
La culpa ha sido tuya. ¡Sí! Tuya. Te lo he dicho
La frente apoyo en la vidriera...
La gloria, con arrugas dejó su huella hundida
La mirra ha perfumado sus miembros indolentes
La noche de verano que amante nos cubría
La noche es fría. El cielo más y más se ennegrece
La Reina, al son de fúlgidos clarines vibradores
La salita del piano. En los sillones
La tarde, con su bruma clara y azul, se muere
Lejos de ti, si escucho, por ventura
Levantó el del Garona su rústica morada
Llamaba a misa el esquilón lejano;
Llegaron mis amigos de colegio
¡Llévame, pensamiento, a aquellos días
Llueve, llueve, llueve. Detrás del balcón
Lo que a solas te he dicho, te lo dirán un día;
Los domingos salía del colegio
Los pericos despiertan con ruidosa alharaca
Los tres Reyes Magos, bajo los fulgores
Luperco grita al verme: Tu epigrama, poeta
Madres desventuradas, pobres madres en duelo
¿Me amas? ¿Qué estás haciendo? Ni una palabra dices
Me escribiste ayer tarde dos hojas solamente
Mejor que experto orfebre, Ruiz o Juan Arfe sea
Melancolía del «ayer»... Sorpresa
Mi alma sueña... Ven. Y como entonces
Mi alma tiene un secreto, y un misterio escondido
Mientras yo leo, tocas en el piano
Mil quinientos treinta y siete
Mil quinientos treinta y siete
¡Mira! Es noche de lluvia. Deja el piano
Miseria. El alquiler no fue pagado
Moría lentamente la tarde y fatigado
Música en la terraza del casino
Nací do el cielo azul ríe sereno
Ni de insectos el ruido, ni de abejas el vuelo
Ni un beso... ni siquiera una sonrisa
No me llames crüel porque el encanto
No quiero verlos, oye. Llévate esos clisés
No tengo nombre. De la choza oscura
Nos separamos ambos de mal humor. ¿Por qué?
NUESTRA SEÑORA DE LOS LADRONES
Oculto, en madreselvas, la veía
¡Oh, formidable Azur!, te miro y pienso
¡Oh! ¡La alegría de vivir!... La fiesta
Oh la paz y el silencio de los tiempos feudales
Oh luna que cual góndola de plata vas rielando
Oh mano larga y fina, mano que entre la bruna
Oh manos, caras manos, que cerrasteis
Oh Musa de mis éxtasis testigo
Oh pastor, no prosigas por ese agrio camino
Ojos dulces y claros, de gracia peregrina
Pálida, soñadora, y el aire misterioso
Para mi canto quiero verso alado
Para que de las Náyades el compañero amado
Pasamos por el puente de guaduas y bejucos
Pensativa, y de codos, en la áurea balaustrada
Perdida en las arenas de confines remotos
Polvo, cansancio y sol. Y un torbellino
Por el balcón abierto, se veía
Por el parque, abstraída, bajo el cielo otoñal
Por la orilla del Ganges suenan vivos clamores
Por los campos silenciosos del Ensueño
¿Por qué mar, y otro mar, y años sin cuento
¿Qué si he sufrido? ¡Y tú me lo preguntas!
Que vuestros vivos astros, desde el cielo sereno
¿Quieres que hablemos? Está bien empieza
¿Quieres saber por qué, sin aparente
Quiero el poeta ser de almas heridas
Quiso el buen Carpintero terminar un estante
Quizá una vez en tu balcón sentada
Raza de «Comuneros» era su raza. Fuerte
Salíais de la iglesia, y con piadoso anhelo
SARAO EN CASA DEL MARQUÉS DE SAN JORGE
Se aleja el barco. Luz de madrugada
Sé que soy irritable, celoso, imperativo
Segábamos dichosos. Tus quince años
Sentado ante su mesa de trabajo
Será en azul mañana. Lejos, habrá una estrella
¡Si atracción de aventuras tus sueños arrebata
Sí, del anciano Galo es esa la morada
Si escudo no me veis de roja barra
Si grande ser deseas, erige en alta cumbre
Si has visto en ruinas tu ilusión querida:
Sí, me quieres... Es cierto. ¡Qué amable!... ¡Muy amable!
Si vienes algún día a mi tristeza
Siempre borracho entraba y siempre altivo
Sobre el camino se ve la venta
Sobre el mar de los Tiempos ruedan siglos y evos...
Sobre el odio y ruindad que al hombre bueno
Sobre la falda azul tenía abierto
Sobre la falda, la novela. En tosco
SOBRE UNA FIRMA DE MARÍA ESTUARDO
Son los versos más bellos los que jamás se escriben
Sonreía en sus ojos, esmeraldas oscuras
Su veste era de tul con albas rosas
Su vuelo el Caballero para en la bullidora
Suetonio en este campo, risueño y florecido
Te quiero, sí, te quiero. ¿Me has oído?
Tenía la tristeza del cielo en el otoño
Tras la bondad del Cielo que socorre
Tristes unos, tal vez indiferentes
Tu vida terminó, tu fama empieza
Turbio y callado Magdalena, río
Un arenal, y otro arenal... Un arco
Un astro brilla en el azul del cielo
Un Cónsul muerto; el otro fugitivo. El deshielo
Un día Juan, el soñador de Patmos
Un dominico pasa bajo la luz radiante
Un grupo vi en la playa que algo miraba en tierra
Un Ofir imposible de perseguir cansado
Un organillo suena por la calle
Un poco más acércate. En tus ojos
Un vuelo de palomas va en la tarde serena
Uno de aquellos que a Jesús herían
Uno y uno son dos. Mas cuando solos
Va cubriendo la noche la campiña desierta
Ven, la senda se pierde por el Cileno, encanto
Ventisqueros azules, duros cerros erguidos
Volví después de muchos años. Todo
Volvieron a encontrarse después de muchos años
Y fue la noche última. De cera
¡Y pensar que pudimos no habernos conocido!
Ya aspiro los aromas de su huerto
Ya caen las hojas. Se alejan volando
Ya la verde cigarra yace aquí, pasajero
Ya se acerca mi noche postrimera
Yace entre yerba y zarzas el altar escondido
«1700» dice la piedra abandonada;