CANTO AL RÍO MAGDALENA
Turbio y callado Magdalena, río
Patrio, de tardes y mañanas bellas,
Y auras que vuelan con olor de bosque,
Auras de vida:
¡Cuál fue mi anhelo en la niñez remota,
Cerca de arroyo de mezquinas aguas,
Verte algún día, entre playones, y altos
Troncos de ceibas!
Mírote ahora, y en tu origen pienso,
Páramo agreste en solitaria cumbre
Donde has nacido, bajo sombra errante
De alas de buitres.
Frágiles hojas, frailejón y juncos
Sólo tu cuna entre las rocas fueron...
Hoy vas cruzando, en majestad y solo,
Vírgenes selvas.
iTiempos lejanos, cuando el indio erguía
Pobres bohíos!... Donde fueron chozas,
Se alzan, a empuje de moderno brazo,
Fábricas y urbes.
Iban entones sobre ti canoas;
Leves bajaban o subían lentas,
Mientras al golpe del remar se unía
Canto aborigen.
Barcos ahora de penacho negro
Abren tu mole, desatando espumas,
Y altos dominan tu correr silente
Raudos aviones.
Bellas auroras en tu limpio cielo
Son tu alborozo al despertar el día,
Y óyese al punto, del oído encanto,
Gárrula orquesta.
Grandes bandadas de pericos gritan,
Céfiros suaves susurrando flotan
Y ágiles, leves, mariposas níveas,
Trémulas pasan.
¡Brisas inquietas que voláis silbando,
Soplos del bosque, refrescad mis sienes!
¡Cómo os aspiro, cual vital aroma,
Húmedas auras!
¡Sol! ¡Bello irradias en mitad del día!
Duermen los saurios en la gris arena,
Y albas, muy lejos, en la orilla sola,
Sueñan las garzas.
¡Tardes del río... Tropical crepúsculo:
Oro, topacio y arreboles rojos!
¡Todo entre palmas y en azul, formando
Rica paleta!
Bardo que sueñas: ¡a lo alto mira!
¡Copia! ¡Es lo tuyo! ¡Poesía patria!
Vibra en belleza, y lo que ven tus ojos
Vibre en tu canto!
Clara, en cendales, la apacible luna
Surge de pronto, y ensanchando el cielo
Tiende en el agua, que en remanso duerme,
Velo de lirios.
Coplas con ritmo de bambuco triste
Cantan los bogas en la abierta playa,
Y ávidos piden que a sus ojos baje
Sueño tranquilo.
¡Cómo, de noche, en tu dominio aterra
Fiera borrasca! El rimbombar del trueno
Llena de espanto, y por el aire cruzan
Ígneos fulgores.
Nubes y nubes se amontonan lívidas,
Rayos las rasgan, la tormenta ruge;
Llueve a raudales, y parece entonces
Que húndese el cielo.
Viene la aurora. Con las aguas ruedan
Árboles rotos; desbordado el río
Cubre las playas, y el Oriente finge
Campo de rosas.
¿Qué los humanos ante ti? ¿Qué somos?
Polvo no más que aventará la muerte;
Tú... siempre viendo, en sucesión eterna,
Siglos y siglos.
Hundo la mente en el futuro, y veo
Días de gloria y alborozo, cuando
Quillas que vengan de marinas olas
Rompan tus aguas.
Rieles tus ribas unirán a valles
Y ásperas sierras y lejanos ríos;
Émulo entonces se verá tu puerto
De urbes grandiosas.
Tiempos vendrán cuando potentes hachas
Y hombres de audacia arrasarán tus bosques.
Gloria futura ceñirá sus frentes
De ínclitos lauros.
Cíclopes nuevos, mas de sangre nuestra,
Yermos de ahora trocarán en vida,
Y ellos oirán, en las edades pósteras,
Dianas de triunfo.
¡Río: entre robles y palmeras rueda!
¡Rueda, y los pueblos en abrazo junta,
Pueblos hermanos en hermosa Patria,
Próspera y libre!
Ismael Enrique Arciniegas
Nota de autor: Los sáficos adónicos: Esta clase de versos es la más difícil en español, lo mismo que en portugués, en italiano, en rumano y en catalán, porque los sáficos exigen acentos rítmicos en las sílabas 1ª, 4ª, 8ª y 10ª, y los adónicos en la 1ª. Don Esteban Manuel de Villegas, en su conocidísima poesía Al céfiro prescindió de los acentos en la primera sílaba de varios versos, y Costa y Llobera, en su famosa Oda catalana A Horaci usó tres endecasílabos que no son sáficos. Para mi Canto al Magdalena y para mi Elegía en memoria de José Eustasio Rivera habría tenido mayor amplitud si hubiera escogido otra clase de versos, pero opté por los sáficos adónicos con el fin de ver si lograba vencer sus dificultades.