Alma sobre la cual pasaron tantas
Alta noche. Silencio. Soledad. Por la acera
Anoche, con el ánima despierta
Así dijo en la noche, desolado, el viajero
Bajo el cielo de Lesbos floreció tu malicia
Boga en sus ojos ígneos el pecado
Buscando sin cesar a la Elegida
Busco la estrofa de belleza rara
Con ágil vuelo el colibrí desciende
Con gesto audaz, mi inspiración de artista
Cruzaste junto a mí. Fulgió en tu dura
Cuando febril y trémula, te mueves
Cuando la tarde muere en la campaña
Cuando llegué a tus brazos, mi corazón rendido
Cuando se daba entera a mi albedrío
De mi ventana por sutil rendija
De pámpanos y rosas coronada la frente
Después de que con lúbrico recreo
Dos columnas pulidas, dos eternas
¿El mar? Yo no lo sé; pero este traje
El sol húndese al fin y a los reflejos
Ella es así: la frente marfileña
Ella es así; por donde pasa deja
En la grata penumbra de la alcoba
En la noche de enero plenamente estrellada
En la paz de la alcoba desolada
En la paz de la alcoba sosegada
En medio a mis congojas, en mitad de mi hastío
Es tierno su mirar; su voz discreta
Es tu belleza fúlgida incompleta
Esta ilusión fue un rayo de la aurora
Estábamos a solas en el parque silente
Estoy amando en ella un parecido
Estrella que en el fondo de la noche cintilas
Gasté la ilusa juventud primera
Golondrina que vuelas en la tarde opalina
Guardo en mi triste corazón inquieto
Intensamente ante la vida abiertos
La primavera tiende sobre todas las cosas
Lauro que yo buscaba con empeño de artista
Lejos de ti me siento desterrado
Llega a la jaula y con la mano fina
Nada como ese traje de pradera
Noche invernal. En torno de la mesa
Nochebuena: tú brindas lisonjeros
Nube, hermana gemela de mi ser; en la aurora
Nunca te encontraré; nunca a mi lado
Onda del mar, padezco tu inquietud: a tu modo
Por los prados gemelos de tus muslos apura
Qué demencia, con soplo arrebatado
¿Qué demencia o qué racha de pecado
Queriendo mitigar mis padeceres
Quisiera verte muerta, lo quisiera
Sí, te daré mi corazón! Lo llevo
Siempre que pueda buscaré tu arrimo
Siguiendo de las notas la inefable cadencia
Sobre el busto de mármol se contornan los senos
Sobre el techo rojizo de la iglesia aldeana
Son tersas como conchas nacarinas
Tejedora incansable que en la noche y el día
Tiene tu vestidura el zafirino
Tomo en brazos a mi hija y aniñando el dolido
Tu blancura de mármol de Carrara
Tu cuerpo, fino y lánguido, se vela
Tu noble palidez forma tu encanto
Un campo, una casita, unas fragantes
Vástago de mi estirpe acongojada
Vengo desde lo ignoto: traigo herida la planta
Viene a mi triste corazón la ignota
Ya del invierno la estación avanza
Yo mismo te sembré cuando eras grano