VI
EL TESORO
Dos columnas pulidas, dos eternas
columnas que relucen de blancura,
forja la línea, irreprochable y pura,
como trazada en mármol, de tus piernas.
Con qué noble prestigio las gobiernas,
cuando al marchar solemne de hermosura,
imprimes a tu cuerpo la segura
majestad de las Venus sempiternas.
Y cuando inmóvil, luminosa y alta,
en desnudez olímpica te ofreces,
entre tus muslos de marfil resalta
como una sombra el bosquecillo terso
de ébano y seda, bajo el cual guareces
el tesoro mayor del universo.
Miguel Rasch Isla