AL OÍDO
Siempre que pueda buscaré tu arrimo,
pues de tus frases lánguidas emana,
una ternura mística de hermana,
y una infinita sensación de mimo.
Porque si enturbia mi razón el limo
de la mas vil concupiscencia humana,
eres como la fúlgida fontana
en que al lavar mis culpas me redimo.
Porque si escucho tu palabra advierto
que todo aquello que murió no ha muerto
y porque tu alma, compasiva y buena,
pone en mi corazón desamparado,
esa calma recóndita y serena,
que siente una mujer cuando ha llorado.
Miguel Rasch Isla