IV
RACHA DE OTELO
Anoche, con el ánima despierta,
yacente sobre el lecho te veía:
bella, desnuda, inanimada, fría,
con palidez inánime de muerta.
Sentí la sangre en las arterias yerta,
pero en el corazón sentí alegría:
no eras ya de otros labios ni eras mía,
sino de Dios y de la tierra abierta.
Tras mi alucinación tornó el reposo...
Más al turbarme al alma el pensamiento
inexorablemente rencoroso—
de que te rindes con lascivo intento,
pensé matarte y en tu cuerpo hermoso
saciar, estando muerta, mi ardimiento.
Miguel Rasch Isla