LA ESPERADA
Buscando sin cesar a la Elegida,
gasté los dulces días abrileños,
vertí mi sangre y dispersé mis sueños
en todos los caminos de la vida.
Y no la hallé. Tal vez inadvertida
pasó a mi afán o acaso en mis empeños
yo la buscaba aquí, y en más risueños
mundos estaba para mí escondida.
Llegó el invierno ya con sus rigores,
y en la ruta, cansado de esperarla,
estoy viendo nevar en mis amores.
Quizás la encuentre al fin, alguna bella
tarde, cuando desfilen a enterrarla,
y siga sin saber pensando en ella...
Miguel Rasch Isla