A UN ÁRBOL NACIENTE
Yo mismo te sembré cuando eras grano,
y hoy decoras airoso mi cortijo,
árbol naciente aún, que con prolijo
esmero paternal cuidó mi mano.
Al contemplar tu florecer galano,
te asemejo a mis días y me aflijo:
es ya promesa del abril el hijo
y el sembrador desecho del verano.
Mas cuando tú perfumes en la altura,
y los indefinidos panoramas
domines con olímpico decoro,
yo —que estaré bajo la tierra oscura—
seré savia en tu ser, gajo en tus ramas,
o abierta flor en tu corona de oro.
Miguel Rasch Isla