A la penumbra auricular no viene nunca el sonido del amanecer
Álamos. El fulgor excede y las distancias son
Alguien ha entrado en la memoria blanca
Algunas veces salgo hacia las montañas
Amé las desapariciones y ahora el último rostro ha salido de mí
Aquel aire entre el resplandor y la muerte
Ardes bajo las túnicas carnales
Cada mañana ponía en los arroyos acero y lágrimas
Conozco un pueblo –no lo olvidaré–
Cuando me extiendo junto al mar
Edad, edad, tus venenosos líquidos
El animal que llora, ése estuvo en tu alma antes de ser amarillo
El mirlo en la incandescencia de tus labios se extingue
El vigilante fue herido por su madre
El volumen rescata de la tierra
En el más resistente, más velado
En la calle que sube hacia la catedral
En la ebriedad le rodeaban mujeres, sombra, policía, viento
En la humedad me amas y eres azul en tus pezones
En mi casa están vacías las paredes
Entra en tu cuerpo y tu cansancio se llena de pétalos
Entra otra vez en las alcobas blancas
Era incesante en la pasión vacía
Eran días atravesados por los símbolos
Eres como la flor de los agonizantes
¿Es la luz esta sustancia que atraviesan los pájaros?
Espacio siempre frente al tiempo. No
Esta es la tierra, donde el sufrimiento
Estoy desnudo ante el agua inmóvil
Existe el mar en las ciudades blancas
Gritan ante los muros calcinados
Ha venido tu lengua; está en mi boca como una fruta en la melancolía
Hablan los manantiales en la noche
He envejecido dentro de tus ojos
He tirado al abismo el hueso de la misericordia
Hierven bajo las túnicas de la ira
Hubo un tiempo en que mis únicas pasiones eran la pobreza y la lluvia
La blancura es más grande que la tristeza
La ciudad mira el sílice de las montañas
La inexistencia es hueca como las máscaras
La luz hierve debajo de mis párpados
La mitad está hendida por un lamento
La nieve cruje como pan caliente
La obscenidad entró en mis huesos
La tarde entra de pronto en la cocina
Las hortensias extendidas en otro tiempo
Llegan los animales del silencio
Mi manera de amarte es sencilla
Mi rostro hierve en las manos del escultor ciego
Nuestros cuerpos se comprenden cada vez más tristemente
Palomas. Atraviesan la inexistencia
Propongo mi cabeza atormentada
Puse agua y cinabrio en mi corazón y en mis venas
Puse la enemistad como un lienzo sobre tus pechos
Qué valdría sin pisadas humanas
Quizá el silencio dura más allá de sí mismo
Roza los líquenes y las osamentas abandonadas al rocío
Sábana negra en la misericordia
Si pudiera tener su nacimiento
Sobre la calcificación de las semillas
Sólo hubo resistencia en aquellos cuerpos
Soy el que ya comienza a no existir
Tengo frío junto a los manantiales
Todos los árboles se han puesto a gemir
Todos los días salgo de la cama
Tras asistir a la ejecución de las alondras
Tu cabello encanece entre mis manos
Tú en la tristeza de los urinarios
Un bosque inmóvil, sin espacio, pero
Un bosque se abre en la memoria
Un silencio de hormigas, un frenesí de esparto
Va a amanecer. Hay noche aún sobre tus llagas
Veo la sombra en la sustancia roja del crepúsculo
Vigilaba la serenidad adherida a las sombras
Yo no entro en ti para que tú te pierdas
Yo, sin ojos, te miro transparente