TRAS ASISTIR A LA EJECUCIÓN DE LAS ALONDRAS HAS DESCENDIDO
I
Tras asistir a la ejecución de las alondras has descendido aún hasta encontrar tu rostro dividido entre el agua y la profundidad.
Te has inclinado sobre tu propia belleza y con tus dedos ágiles acaricias la piel de la mentira: ah tempestad de oro en tus oídos, mástiles en tu alma, profecías...
Mas las hormigas se dirigen hacia tus llagas y allí procrean sin descanso y hay azufre en las tazas donde debiera hervir la misericordia.
Es esbelta la sombra, es hermoso el abismo: ten cuidado, hijo mío, con ciertas alas que rozan tu corazón.
Oigo hervir el acero. La exactitud es el vértigo. Ah libertad inmóvil, ejecución del día en la materia nocturna.
Es tu madre el clamor, pero tus manos abren los párpados del abismo.
De resistencias invisibles surge un rumor de límites: ah exactitud de mar, exactitud sin nombre.
Antonio Gamoneda