DESCRIPCIÓN DE LA MENTIRA (fragmento 1)
Puse la enemistad como un lienzo sobre tus pechos que eran olorosos
hasta enloquecer en sus círculos amoratados.
Puse la enemistad en tus cabellos oscurecidos por la persecución
y la enemistad se extendió también sobre mi juventud.
Resistí hasta que las visiones desaparecieron más
allá de la nieve que entonces existía
y después retrocedí a mis legumbres y a las miradas en que yo soy reconocido.
No fue para consolarme aunque acepté monedas quizá más negras que las que existen en tu corazón,
sino para concertar sobre asuntos irremediables.
Es extraño que yo tiemble aún como un instrumento de amor;
es extraño deducir aún amor en humedales tan ocultos, en agujeros tan equívocos que hasta los mendigos orinan sobre cualquier sospecha de fructificación.
Yo penetré en tus huesos. Más allá de mi fuerza, más allá de la posibilidad,
retumbé en tu vientre: tantos días en ti hasta que tuve miedo;
tantas horas en ti hasta que tuve miedo;
tantos días hasta que comprendí que el miedo era el alimento de mi patria,
el conductor de mi espíritu hacia una vejez en que la perdición es utilizada como estiércol y la mentira trabajada hasta que hierve dentro de la boca.
La juventud me ha abandonado en esta delación.
Ahora, cuando existe una industria que cicatriza todas las ofensas y aquellas fístulas cuyo color alcanza al de las flores que fueron deseadas;
ahora, cuando sucedo a mi sacrificio y su hermosura está detrás de mí;
vivo en un día digno de ser vivido. Pero sabido es que el animal
más veloz no alcanza a descansar debajo de su sombra.
Está bien, juventud: un día tuviste alas pero tan sólo resta su almidón dorado y otros títulos polvorientos que yo podría dispersar mas no lo haré y por ello me serás fiel en tu mortaja.
En esta humedad viven máscaras diminutas, máscaras relucientes como la dentadura del murciélago, y su horror es aceptado porque un agua frutal se manifiesta y su naturaleza está en paz con lo que queda de nosotros.
Está bien, juventud, ¿por qué voy a olvidarte inútilmente?
Voy a pactar con tu desaparición y tú me serás dócil como manteca puesta sobre la garganta.
Éste es el único día digno de ser vivido ya que todos los otros días fueron días de negación.
Los sacerdotes hicieron negación y los comerciantes y los hombres de honor hicieron negación;
y hubo negación en los niños y en los que resistían la tortura por causas justas y en los que estaban poseídos por la amistad;
y los muslos que yo conocí con mi lengua se cerraron y los pezones que estuvieron en mis labios se endurecieron como sílice.
Hubo un tiempo habitado por madres y por iluminaciones pero después sucedieron días en que los cuerpos se buscaban y cada cuerpo acudía con su fuerza y entonces hubo delación y algunos murieron y otros retrocedieron hasta sus madres
y las madres estaban ciegas en sus vientres
y no existía lugar en aquel país
y cada hombre lloró en esta enseñanza y abandonó la ciudad y no se supo de él durante mucho tiempo.
Cuanto ha sucedido no es más que destrucción.
¿Sabes tú lo que es la destrucción? No, no lo sabes porque tu mirada era demasiado hermosa y no quisiste
sobrevivirla.
La cobardía es el único don de la imposibilidad y la cobardía entró en mí y empezó a existir una dulzura que para vosotros habría sido despreciable;
pero vosotros, aún más desposeídos, merodeáis en en torno a mi pobreza y no seréis rechazados, ya que os recuerdo y estáis en mi necesidad.
Antonio Gamoneda