A aquel árbol que mueve la hoja
Dentro de un santo templo un hombre honrado
Hijo mío, no te engañes; seme exento
Preciábase una dama de parlera
Quien de tantos burdeles ha escapado
Señora, la del arco y las saetas
SONETO I A una vieja que se tenía por hermosa
Tenéis, señora Aldonza, tres treinta años