SONETO III
Señora, la del arco y las saetas,
Que anda siempre cazando en despoblado,
Dígame por su vida: ¿No ha topado
Quien la meta las manos en las tetas?
Andando entre las selvas más secretas,
Corriendo tras algun corzo o venado:
¿No ha habido algun pastor desvergonzado
Que le enseñase el son de las gambetas?
Hará unos milagrones y asquecillos,
Diciendo que a una diosa consagrada
Nadie se atreverá, siendo tan casta;
Allá para sus Ninfas eso basta;
Mas acá para el vulgo, por Dios, nada,
Que quien quiera se pasa dos gritillos.
Diego Hurtado de Mendoza