A unos les gusta el alpinismo. A otros les entretiene el dominó
Abandoné las carambolas por el calambur
Al pedir el boleto hay que “impostar” la voz
Ante el acorde vuelo epistolar que orquesta
Con frecuencia voy a visitar a un pariente que vive en los alrededores
Creí que fuese un pelo rebelde
De oleaje tú de entrega de redivivas muertes
Desde el amanecer, se cambia la ropa sucia de los altares
El casino sorbe las últimas gotas de crepúsculo
El sol pone una ojera violácea en el alero de las casas
El 31 de febrero, a las nueve y cuarto de la noche
En cualquier parte donde nos encontremos
En el atrio: una reunión de ciegos auténticos
En el fondo de la calle, un edificio público aspira el mal olor de la ciudad
En la eropsiquis plena de huéspedes entonces meandros de
En la terraza de un café hay una familia gris
ENCALLADO EN LAS COSTAS DEL PACÍFICO
Este clima de asfixia que impregna los pulmones
Exigió que sus esclavos le escupieran la frente
Forjada en la “Fábrica de Armas y Municiones”
Frescor de los vidrios al apoyar la frente en la ventana
Hay días en que yo no soy más que una patada, únicamente una patada
Jamás se había oído el menor roce de cadenas
Jean Cocteau es un ruiseñor mecánico a quien le ha dado cuerda Ronsard
La banda de música le chasquea el lomo
La calle pasa con olor a desierto, entre un friso de negros sentados sobre el cordón de la vereda
La ciudad imita en cartón, una ciudad de pórfido
La luna, como la esfera luminosa del reloj de un edificio público
La mañana se pasea en la playa empolvada de sol
Las chicas de Flores, tienen los ojos dulces, como las almendras azucaradas
Las mujeres vampiro son menos peligrosas que las mujeres con un sexo prehensil
Las notas del pistón describen trayectorias de cohete
Las vertientes las órbitas han perdido la tierra los espejos los brazos los muertos las amarras
Llorar a lágrima viva. Llorar a chorros. Llorar la digestión. Llorar el sueño
Los árboles filtran un ruido de ciudad
Los frescos pintados en la pared
Los más oscuros estremecimientos a mí
Me estrechaba entre sus brazos chatos y se adhería a mi cuerpo
Mi abuela —que no era tuerta— me decía
Mis nervios desafinan con la misma frecuencia que mis primas
No se me importa un pito que las mujeres tengan
¿Nos olvidamos, a veces, de nuestra sombra
Nunca he dejado de llevar la vida humilde
¿Que las poleas ya no se contentan con devorar millares y millares de dedos meñiques?
Que los ruidos te perforen los dientes, como una lima de dentista
¿Resultará más práctico dotarse dé una epidermis de verruga
¡Se celebra el adulterio de María con la Paloma Sacra!
Se miran, se presienten, se desean
Se podrá discutir mi erudición ornitológica y la eficacia de mis aperturas de ajedrez
Se respira una brisa de tarjeta postal
Serán videntes demasiado nadie
Si hubiera sospechado lo que se oye después de muerto, no me suicido
Sobre las mesas, botellas decapitadas de “champagne” con corbatas blancas
Son los trasfondos otros de la in extremis médium
¡Todo era amor... amor! No había nada más que amor
Todos los intermedios pudresienes de espera de esqueleto de lluvia sin persona
Un zumbido de moscas anestesia la aldea
Una corriente de brazos y de espaldas
Yo no tengo una personalidad; yo soy un cocktail, un conglomerado