Adiós para siempre, mitad de mi vida
Alegre y sola en el recodo blando
Buscaba mi alma con afán tu alma
Como al ara de Dios llega el creyente
Cuando a un ayer..., ¡ayer!..., enajenado
Empujé, vacilando como un ebrio
En su curso voluble la Fortuna
Era el instante del adiós: callaban
¡Háblame! Que tu voz, eco del cielo
La luz de ocaso moribunda toca
—La tierra en donde vi la luz primera
¿Me visita tu espíritu, amor mío?
¡No te apartes de mí!... Cuando me dejas
¿Por qué vienes así, mi enamorada
Quién me diera tomar tus manos blancas
¡Salve, noche sagrada! Cuando tiendes
¡Si no sabía llorar...! Jamás su frente
¡Sol de la juventud, en sed de amores
Soñaba yo: mis párpados henchidos
Tierra de bendición, tierra querida
Tu imagen vino a visitarme en sueños
¡Ven, cortesana...! ¡Abrásame en delicias!
Virgen del infortunio, doliente Madre mía
Y no buscaste un sol, no; le tenías