BESOS
III
EN EL JARDÍN
Ella estaba turbada y sonreía,
él le hablaba en la sombra a media voz;
solo estaba el jardín, y la algazara
del baile se escapaba del salón.
Al través de las hojas las estrellas
lanzaban temblorosas su fulgor...
Yo no sé cómo fue; mas, sin pensarlo,
se encontraron los labios de los dos.
Y encontrarse los labios cariñosos
de dos que se aman con inmenso amor,
es sentir que dos almas, que dos vidas,
se confunden en una, y van a Dios...
¡Sonrisa de mujer, tú eres aurora!
¡Beso de la mujer, tú eres un sol...!
¡Qué dulces son tus besos, vida mía!
¡Qué hermoso es el amor!
Manuel María Flores