ORGÍA
Al Sr. Ignacio M. Altamirano
¡Oh! que n'ai-je aussi, moi, des baissers qui dévorent
des caresses qui font mourir....
V. HUGO
¡Ven, cortesana...! ¡Abrásame en delicias!
Quiero las tempestades del placer,
tropicales, frenéticas caricias
con que reanime mi cansado ser.
El fuego del deleite reverbera
en tu pupila brilladora... ¡ven!
En la férvida llama de esa hoguera
quiero quemarme el corazón también.
¡Prendan el fuego del deseo tus ojos,
alumbren tus miradas el festín,
mis labios beban en tus labios rojos
ansia perpetua de placer sin fin!
Del bacanal en el discorde ruido
pase el mañana con el triste ayer...
¿Qué importa al corazón lo que hayas sido...?
Eres hermosa... ¡bésame, mujer!
Beldad de los festines, en tu seno
quizá mi corazón olvidaré,
mi corazón de tempestades lleno,
el corazón imbécil con que amé.
Sí, ¡bésame, mujer...! Dame el olvido
que busco en la demencia del festín,
entre besos y copas, aturdido...
¿Qué me importa la dicha que perdí?
¡Llenad las copas, que desborde el vino!
¡Hay algo aquí que necesito ahogar;
que pase por el alma un torbellino
y barra en ella cuanto en ella hay!
¡Miserable de mí! ¿Cómo no puedo
ahogarte con mis manos, corazón...?
Venid, bebamos, porque tengo miedo
de volver a eso... que llamáis razón.
¡Bebed, amigos! La existencia es sueño,
y mentira de un sueño es la mujer,
de sus caricias al letal beleño
soñemos la mentira del placer.
¡Bebed, amigos! Si al vivir soñamos,
¿despertaremos al morir quizá...?
¿Qué será despertar...? Y bien... ¡bebamos...!
¡Qué importa lo que traiga el más allá...!
Arde mi frente —es un volcán— ¡me abraso!
¡Oh, si llegara de mi vida el fin...!
¡Dame un beso, mujer...! ¡Llenad mi vaso...!
¡Qué grato es el arrullo de un festín...!
Llena, Mercedes, la apurada copa;
bebamos... hasta el fin... así... vacía.
Y ahora... ¡desgarra la importuna ropa,
desnuda el seno al beso de la orgía.
Mitiga de esa lámpara, la llama,
porque quiere un crepúsculo el placer,
el misterio nupcial que se derrama
del velo de la sombra en la mujer.
Destrenza tu magnífico cabello
sobre la desnudez de tus hechizos;
¡cómo seducen en contraste bello
tan blancos hombros y tan negros rizos!
¡Qué bella estás, Mercedes! ¡Me sofoca
el vértigo letal de las delicias,
tus besos de mujer queman mi boca,
la angustia del placer son tus caricias!
¡Mujer, mujer...! ¡Hay fiebre en tus abrazos,
fiebre en tus labios con furor impresos...
¡Hurra... la orgía...! ¡El choque de los vasos
sea la música ardiente de los besos!
Basta... pasó. Tu frenesí y el mío
apaga el tedio con su mano helada;
fantasma del placer, en el hastío
escondes la vergüenza de tu nada.
Siempre en la copa del placer el tedio,
siempre en la copa del amor el duelo;
para el alma ya enferma no hay remedio,
para un maldito corazón no hay cielo.
Y en vano el llanto con la pena crece...
¿De qué sirven las lágrimas mezquinas
si el recuerdo verdugo se guarece
del roto corazón en las ruinas...?
¿De qué sirve el amor, chispa que el cielo
prende en el alma y lo ilumina todo,
si en vez de alzarse se rebaja el suelo
como reptil para arrastrarse en lodo?
Manuel María Flores