ESTANDARTE DE AMOR
Huyes de mí; pero colgado al muro
me dejas un recuerdo: tu vestido.
Le veo resaltar entre lo oscuro
como tú misma; y dudo sorprendido,
rogándote un perdón para mi ultraje,
si eres tú, sólo tú, la que he querido
o si todo mi amor fue por tu traje...
Amo tu traje así. Flor de pecado,
con ese traje como nunca bella
te conocí y te amé. Quiso mi estrella
qué no les fuera a mis amores dado
besar tu pie, sino besar tu huella...
Al ver tu traje, sin querer te veo
cuando en fuga cruzabas por la calle,
mientras que, en el zigzag del galanteo,
se enroscaban al árbol de tu talle
las yedras lujuriosas del deseo.
¡Cómo abultaba el traje que ceñías
tus tentadoras curvas! ¡Cómo en ondas
tus encajes dictaban armonías,
a manera de un beso entre las frondas!
¡Cómo en rápidos pliegues te envolvías!
¡Cómo, entre el nudo de joyantes lazos,
flngir me dabas en las ansias mías
la dulce penitencia de tus brazos!...
Tocadas tus mejillas por la rosa
de una suave pintura, hay en tu encanto
algo del artificio de una diosa
que su tez nunca profanó con llanto;
con un fino pincel le das negrura
al perfil de tus cejas, que el quebranto
jamás contrajo en horas de amargura;
y el lunar breve que tu faz decora
pintado es, con la misma gentileza
con que un sabio pintor que se enamora
pone su firma a la mejor cabeza...
Súmanse en este traje, que conoce
así el culto interior de tu belleza
como los sacramentos de tu goce,
ya que hartas veces te envolvió en su ola;
todos los elegantes artificios
que te hacían, prestándote su aureola,
cesáreamente bella hasta en tus vicios!
Amo tu traje así. Sobre su seda
corren mis manos trémulas y ansiosas,
como una loca sensación que rueda
sobre una piel suavísima de rosas,
y se gozan, jugando con el nudo
que ata los lazos, en romper el broche,
que ayer celó tu clásico desnudo
y hoy sólo guarda lobreguez de noche;
y cual las de aquel Hércules membrudo
que Ovidio canta esclavo de mujeres,
las manos mismas que en el firme escudo
rompieron lanzas... ¡tiemblan de alflleres!
¡Ojalá que tu traje al fln me diera,
de vivo amor en inflamado exceso,
aquella muerte de voraz hoguera
que desató la túnica de Nesso;
porque, envuelto en sus pliegues, moriría
soñando con la gloria de tu beso
y ardiendo en la ambición de hacerte mía!
Ya que, sufriendo de mi amor la injuria
y de todas mis ansias el ultraje,
es como un estandarte de lujuria,
yo moriré abrazándome a tu traje,
cual el soldado, que la aviesa suerte
hace caer en la batalla fiera,
no se rinde cobarde ante la muerte,
sino que, altivo entre su propio duelo
y digno de la gloria que lo espera,
goza también del último consuelo
de morir abrazado a su bandera...
1897
José Santos Chocano