ESTANDARTE DE AMOR
Huyes de mí; pero colgado al muro
me dejas un recuerdo: tu vestido.
Le veo resaltar entre lo oscuro
como tú misma; y dudo sorprendido,
rogándote un perdón para mi ultraje,
si eres tú, sólo tú, la que he querido
o si todo mi amor fue por tu traje...
Amo tu traje así. Sobre su seda
corren mis manos trémulas y ansiosas,
como una loca sensación que rueda
sobre una piel suavísima de rosas,
y se gozan, jugando con el nudo
que ata los lazos, en romper el broche,
que ayer celó tu clásico desnudo
y hoy sólo guarda lobreguez de noche;
y cual las de aquel Hércules membrudo
que Ovidio canta esclavo de mujeres,
las manos mismas que en el firme escudo
rompieron lanzas... ¡tiemblan de alflleres!
Al ver tu traje, sin querer te veo
cuando en fuga cruzabas por la calle,
mientras que, en el zigzag del galanteo,
se enroscaban al árbol de tu talle
las yedras lujuriosas del deseo.
Tocadas tus mejillas por la rosa
de una suave pintura, hay en tu encanto
algo del artificio de una diosa
que su tez nunca profanó con llanto;
con un fino pincel le das negrura
al perfil de tus cejas, que el quebranto
jamás contrajo en horas de amargura;
y el lunar breve que tu faz decora
pintado es, con la misma gentileza
con que un sabio pintor que se enamora
pone su firma a la mejor cabeza...
Súmanse en este traje, que conoce
así el culto interior de tu belleza
como los sacramentos de tu goce,
ya que hartas veces te envolvió en su ola;
todos los elegantes artificios
que te hacían, prestándote su aureola,
cesáreamente bella hasta en tus vicios!
José Santos Chocano