DE TARDE
Tarde apacible, desabrida y mustia...
Retiembla el sol, con épica agonía;
y lanza, de los cielos en la angustia,
los parpadeos últimos del día.
El labrador cansado de la lucha
que libra a pleno sol, —al hombro el hierro,
regresa hacia el hogar, a donde escucha
los alaridos lánguidos del perro.
Y mientras todo con color de barro
dilatándose va triste y sereno,
en el enorme y palpitante carro
como una nota rubia salta el heno.
El sol se abraza al árbol. Y el donaire
de la campiña desfallece luego...
El buey muge; y allá... brincan al aire
los agudos silbidos del labriego.
El flautista a la puerta de la choza
en llorar el crepúsculo se empeña,
viendo los ojos de una aldeana hermosa,
que la cartilla del amor le enseña.
Y mientras charlan sin cesar los viejos
y los niños se dicen sus antojos,
los amantes conversan desde lejos
con el abecedario de los ojos...
Cántase la epopeya de las luces;
saltan los astros en la bruma espesa,
el derrotado sol cae de bruces
ante la Noche; y Satanás bosteza...
Los que se aman repiten su querella
de noche ya sobre la verde alfombra;
y ambos se miran en la misma estrella;
¡y ambos se envuelven en la misma sombra!
José Santos Chocano