EL POEMA DE LAS FLORES
Soñé que cada flor tenía un alma;
y que en las almas de las flores todas
vibraba el beso que febril, sin calma,
rebosaba del borde
de las inmensas y solemnes odas
que elevaba el jardín en cada acorde,
desde las almas de las flores todas...
Soñé lo que cantaban. Era el salmo
de la vida del hombre enfermo y triste,
que cura sus dolencias por ensalmo
con sólo alzar las flores
que troncha bajo el pie, y en las que existe
el verbo espiritual de los amores
de la vida del hombre enfermo y triste...
Soñé lo que deseaban. Tutelares
después de ser sobre las cunas, rosas,
sobre los magnos lechos, azahares,
querían con empeño
violas y lirios ser sobre las fosas:
velar, como el primero, el postrer sueño
después de ser sobre las cunas rosas...
¡Soñé la apoteosis! Todo ardía
transfigurado en el furor del estro;
y en cada flor del cálice surgía
un femenino busto
como hecho a golpe de cincel maestro...
¡Y yo, de flor en flor, zumbaba a gusto,
vuelto un enorme moscardón siniestro!
José Santos Chocano