EL ARADO
Dejad que goce en amistoso trato
del verde campo y del verano austero:
más que la lid de Napoleón preflero
la deliciosa paz de Cincinato.
Ajeno al banal ruido y al boato,
sin huir de la paz seré un guerrero;
y, en el arado, blandiré ese acero
que es súplica de amor y no mandato...
Abre el arado fecundante herida,
en que germina la gloriosa suerte
de la campiña plácida y serena;
porque ese acero es libertad y es vida,
en vez de aquel que es tiranía y muerte,
¡tajo en la espada y nudo en la cadena!
José Santos Chocano