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CATALINARIA

¡Quiero otra vez, con exaltado acento,
envolver la cabeza del tirano
en el ciclón de luz del pensamiento;
quiero otra vez, altivo y soberano,
lanzar rayos sin ir al firmamento,
dar bofetadas sin mover la mano!

¡Hoy es preciso que ese pueblo triste,
acurrucado en un rincón, se inflame,
y transforme en sus brazos cuanto existe
hoy es preciso que el poeta apronte
la ruda estrofa, y que porfíe y brame,
y que alce hogueras, y que incendie el monte!

Y es justo, es justo que en la selva luego
coronada de llamas, caiga el rojo
tigre entre lenguas de anchuroso fuego;
y que, apagado el fuego, dulces brisas,
por cima del espanto y del enojo,
arrebaten y esparzan las cenizas...

¡Es justo que el malvado en su influencia,
que todo lo reprueba y lo rehúsa,
mire al fondo surgir, de su conciencia,
la sombra de Moisés que lo rechaza,
el dedo del Bautista que lo acusa
y el ojo de Jesús que lo amenaza!

Hoy que cada razón tiene su yugo:
hoy que con un cinismo nunca visto
se corona de lauros el verdugo;
hoy que á ver tanto crimen me resisto,
¡quién tuviera el laúd de Víctor Hugo
y quién tuviera el látigo de Cristo!

¡Que el bardo truene y que porfíe y brame,
y mostrando la frente del perverso
vierta un mundo de ideas que se inflame;
y que, erguido á la faz del Universo,
una corriente eléctrica derrame
en la excitada médula del verso!

¿Hasta cuándo el silencio; y hasta cuándo
con los brazos cruzados sobre el pecho,
hemos de eátar las ruinas contemplando?
¡Las ruinas pertenecen al olvido;
hagamos nuevamente lo deshecho,
alcemos nuevamente lo caído!

Y, al hundir nuestra planta en el escombro,
tengamos el alerta sobre el labio
y tengamos el hacha sobre el hombro
y, al hallar el aplauso o el desprecio,
una sonrisa eterna para el sabio,
una sonrisa eterna para el necio!...

¡Es de la juventud la gran tarea!...
Es de la juventud la misión noble
de hacer triunfar la redentora idea.
¡Que ella sus fuerzas en la lid redoble,
ya que sobre su sien hay luz febea
y entre su corazón jugo de roble!

¡Odia a la juventud sólo el menguado
que de su propia pequeñez se asombra,
cuando se mira ante la luz ahogado,
sintiendo, al ver que el mérito resalta,
en su retina palpitar la sombra,
en su conciencia palpitar la falta!

¡Y el reprobo caerá!... ¡Triste figura
hará rodando en el obscuro abismo,
ansioso de encontrar su sepultura!
Al envolverse en el nocturno manto,
así como quien huye de sí mismo,
señalará su sombra con espanto...

—¡Caín! ¡Caín! ¿Qué has hecho de tu hermano?—
preguntole la voz del Infinito
al primer hombre que manchó su mano;
y cuando el can de la venganza ladre,
el reprobo al caer oirá otro grito:
—¡Nerón, Nerón! ¿Qué has hecho de tu madre?—

Hoy si canto es tan sólo porque miro
cómo sube el reptil. Tan sólo vengo
a decir lo que pienso y lo que aspiro...
¡Ante tanto dolor no he de callarme:
vuelvo la faz, porque ídolo no tengo
que pueda cual Jehová petrificarme!

Mientras el Pueblo compasión implora,
el vate canta amor, ¡oh suerte impía!
befando al Pueblo que blasfema y llora...
¡Deje el vate sus cánticos sencillos;
que si no habla de honor, llegará un día
en que ya se use caminar con grillos!...

autógrafo

José Santos Chocano


«Iras santas» (1895)

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