VOX POPULI
A Emiliano Heraud, obrero
Yo amo al Pueblo, y en él mi gloria fío.
El Pueblo sabe estrangular tiranos;
¡y odia tanto a Caifás como al judío
que sentencia lavándose las manos!
Nada importa que el déspota en empeño
lave su frente con raudal de ciencia:
el que déspota es, grande o pequeño,
tiene en su propio nombre su sentencia.
Yo amo a ese Pueblo que llegó a la gloria,
subiendo por la escala de la ruina;
y que sobre la cumbre de la Historia
clavó un faro de luz: ¡la guillotina!
Él supo, al despertar de sus desmayos,
pasear por el planeta la mirada;
y como un Jehová vibró sus rayos,
y sacó sus derechos de la nada...
Cuando el Pueblo, impulsado por Belona,
sacudió el yugo con robusto brazo,
dividió en mil pedazos la corona:
¡cada cabeza reclamó un pedazo!
Erguido entonces con sagrado encono
verdugo fue de la nobleza impla;
¡y cada astilla que arrancó del trono
fue un puñal para herir la tiranía!
El Pueblo haciendo veces de verdugo,
al ejercer su rudo magisterio,
donde pone la mano rompe un yugo,
donde pone la planta hunde un imperio.
¿Cómo no amar al que forjó mi lira,
al que puso en mis manos la piqueta,
al que oyendo mis cánticos de ira
pensó en la gloria y se sintió poeta?
¡Entre mis sueños y mis ansias locas,
quiero, al verme ceñido por sus brazos,
hallar una sonrisa en sus mil bocas
como un iris partido en mil pedazos!...
José Santos Chocano