PREHISTORIA
Yo fui un joven atlante,
De los de la invasión
A la Europa distante...
(¡Podrían preguntárselo a Platón!)
Frisaba yo en doscientas
Primaveras no más...
(¿Para qué hacer hoy cuentas
Ridículas diez mil años atrás?)
Había yo heredado
La corona de Rey
De una Isla. (¡Oh, amado
Pueblo sumiso al yugo de mi ley!)
Supe de Grecia un día
Y de cierta beldad...
(¿Venus tal vez sería?)
Tuve un capricho propio de mi edad;
Y armé una guerra: nada
Sé de lo que pasó...
(¿Anticipé la Iliada?)
Sólo sé que entré a Grecia; y pude yo
Gozar de los favores
De aquella beldad, que
Cautivo en sus amores,
Me retuvo... y en Grecia me quedé.
En grata compañía,
Luego al Egipto fui.
(Aun Alejandría
No existía...)
Crucé la Arabia; y
Llegué a una fabulosa
Capital: la mayor
De entonces, una cosa
Superior a París y a Nueva York.
Babilonia chispea
En mi recuerdo aún como un volcán:
Lástima da que hoy sea
Lo que París y Nueva York serán.
Reinaba un Rey no poco
Amigo del placer:
¿Quizás era el Rey loco
De que luego en Zadig habló Voltaire?
Y la mujer aquella
Con que me acompañé por tierra y mar
Le pareció tan bella
Que el tal Rey me mandó descuartizar.
A cuatro potros bravos
Atáronme de manos y de pies
Cuatro negros esclavos:
Cuatro golpes de fusta oí después...
Después... han transcurrido
Diez mil años o más.
Estoy como aturdido,
Por mi muerte fantástica quizás;
Mas siempre hay en mi pecho
Un firme corazón.
Siento que el mundo actual me viene estrecho...
Río del terremoto y del ciclón...
¡Y algo que no podría
Explicarse a las gentes de esta Edad
Me infunde un soplo de soberanía,
De predominio y de solemnidad!
A bordo, frente al Departamento de Atlántida.
— Honduras, 5 de febrero de 1918.
José Santos Chocano